Cuando vamos al cine, ya sea Cinépolis, Cinemex o la Cineteca, para disfrutar del último gran estreno (como puede ser Joker 2, Robot salvaje, La sustancia y Beetlejuice 2 en las semanas más recientes) y sentimos hambre, hay un snack al que todos solemos recurrir: las palomitas de maíz. Este dúo, cine y palomitas, es tan inseparable como el pastel y los cumpleaños.
Con campañas publicitarias temáticas, como el llamativo bote de palomitas de Dune 2 o el extravagante cubo de Deadpool & Wolverine, este aperitivo se ha consolidado como el acompañante ideal de las películas. Sin embargo, el camino de las palomitas hacia convertirse en el snack favorito de los cinéfilos tiene un origen sorprendentemente oscuro y marcado por la depresión económica.
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De la crisis al éxito: El auge de las palomitas en la era de la Gran Depresión
Las palomitas llegaron a los cines durante la Gran Depresión, cuando sus cualidades las convirtieron en el complemento perfecto tanto para las salas de cine como para los consumidores de esa época. Fue en este contexto cuando la relación entre las películas y las palomitas se afianzó de manera definitiva. Pero, ¿cómo ocurrió esto?
La Gran Depresión de 1929 a 1939 fue una época de grandes crisis financieras, pobreza y delincuencia, pero las personas aún buscaban maneras accesibles de entretenimiento. A pesar de la precariedad, muchos gastaban dinero en pequeños lujos, como las palomitas, un aperitivo delicioso y económico de producir.
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Las palomitas ya eran populares en Estados Unidos desde finales del siglo XIX gracias a los vendedores ambulantes, pero su venta se disparó durante la Depresión. Los cines, también una forma relativamente barata de entretenimiento, empezaron a asociarse con vendedores de palomitas y eventualmente adquirieron sus propias máquinas para preparar este snack.
Lo que ocurrió después fue una especie de selección natural en el negocio del cine: aquellos teatros que adoptaron las máquinas de palomitas prosperaron, mientras que los que se negaron a venderlas por temor a ensuciar las instalaciones no lograron sobrevivir. El público decidió que las palomitas y el cine eran inseparables, y así es como se ha mantenido hasta el día de hoy.
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El éxito de las palomitas en los cines no fue solo por la disponibilidad del producto, sino también gracias a una agresiva publicidad. Mientras que hoy en día las películas comienzan con una serie de tráilers, en los cines de antaño se aprovechaban las pausas para proyectar anuncios conocidos como "snipe ads", que promovían la venta de snacks. El más famoso de estos anuncios es el icónico Let’s All Go to the Lobby de 1957, un corto animado en el que un grupo de snacks canta una pegajosa melodía invitando a los espectadores a visitar el vestíbulo y comprar comida, con las palomitas como protagonista.
Este corto, que fue agregado al Registro Nacional de Cine de Estados Unidos en el año 2000, fue atribuido al animador Dave Fleischer (famoso por Popeye y Betty Boop), aunque probablemente fue obra de algún creativo anónimo. La canción, una versión de "For He's a Jolly Good Fellow", fue cuidadosamente diseñada para motivar a las personas a comprar en grandes cantidades. Así, las palomitas de maíz se consolidaron como el aperitivo por excelencia del cine, no solo por ser baratas y deliciosas, sino también por una combinación de necesidad económica y una publicidad efectiva que supo explotar el deseo de formar parte de la experiencia cinematográfica.
