Cuando se habla de grandes películas bélicas, tal vez los primeros ejemplos que nos vengan a la mente sean Salvando al soldado Ryan, Pearl Harbor, Full Metal Jacket, o por mencionar ejemplos más recientes, Dunkirk y 1917. Hollywood siempre ha mostrado una fascinación por retratar los horrores de la guerra en la gran pantalla, abordados desde diferentes perspectivas.
Sin embargo, existe también una extraordinaria producción del género que tal vez no esté en el radar de muchas personas, pero que indudablemente se trata de una pieza imperdible para cualquier cinéfilo. Dirigida por Sam Peckinpah y contando con las actuaciones de James Coburn, James Mason, Maximilian Schell y David Warner, su argumento nos transporta al frente ruso de la Península de Taman, año 1943; los ejércitos alemanes se retiran.
Al regimiento comandado por el coronel Brandt llega un nuevo comandante de batallón, Stransky, un aristócrata prusiano que se ofreció como voluntario para el frente ruso con el fin de traer de vuelta una Cruz de Hierro, un codiciado símbolo de valentía. De hecho, inmediatamente se desarrolla una profunda antipatía entre este último y el sargento Steiner, un luchador amado por sus hombres y que desprecia a los oficiales.
Estrenada en 1977, La Cruz de Hierro es catalogada como una de las mejores películas sobre la Segunda Guerra Mundial. Elogiada por la crudeza y violencia realista mostrada en sus imágenes, algo que caracterizó mucho a esta cinta fue su brillante uso de la cámara lenta. Como dato curioso, Sam Peckinpah se sentía disgustado con su propio filme debido a que todo el tiempo tuvo la intención de rodar algo que incomodara a los espectadores.
Si hay algo que vuelve única a La Cruz de Hierro, es el hecho de que se trata de una película que busca despojar todo tipo de grandeza y heroísmo, mostrando sus colores antimilitaristas desde el primer minuto. Asimismo, la producción adopta el punto de vista del soldado alemán, aspecto que era muy raro de explorar en aquella época. La grabación de la cinta se vio envuelta en varios problemas (desde reescrituras de guion hasta temas de presupuesto), no obstante, a pesar de todo Peckinpah logró crear una obra maestra que goza de una fuerza implacable.