Llorar es parte de la experiencia de ir al cine. A lo largo de la historia del cine, cientos de películas han hecho que los espectadores, incluso los corazones más duros, se dobleguen ante lo que ven en la gran pantalla. La comprensión de la muerte como en La decisión más difícil, lomitos fieles como en Marley y yo y Siempre a tu lado, hasta esas que muestran el amor de los padres como La vida es bella, existe todo un catálogo hecho para derramar lágrimas.
Entre las películas conmovedoras que se han realizado, existe una que, sin duda alguna, se lleva el primer lugar a la más desgarradora de todas. Todos los que la han visto, no han podido volver a ser las mismas personas. Considerada una de las mejores obras jamás hechas, esta historia se desarrolla en un momento en el que la desesperanza reinaba y el futuro parecía ser poco prometedor. Dos pequeños hermanos son los protagonistas de una película que te hará reevaluar el valor de la vida.
Quien nunca ha oído hablar de La tumba de las luciérnagas, no conoce verdaderamente lo que es estar frente a una película que te transformará para siempre. Esta magnífica y desoladora cinta proviene de Studio Ghibli, responsable de grandes producciones como El viaje de Chihiro y El increíble castillo vagabundo. A pesar de que es un largometraje animado, esta historia está hecha para un público adulto debido a los temas sensibles y dolorosos que toca. Bastarán menos de 89 minutos de La tumba de las luciérnagas para que comiences a derramar las primeras lágrimas.
'LA TUMBA DE LAS LUCIÉRNAGAS': UNA HISTORIA CON UN MENSAJE ANTIGUERRA
Todo comienza una estación de tren japonesa, en septiembre de 1945, donde un adolescente hambriento y sin hogar está muriendo, sin que lo note el equipo de limpieza que se prepara para recibir a las fuerzas estadounidenses victoriosas de la Segunda Guerra Mundial. El espíritu del niño se une al de una niña y, en un flashback, nos enteramos de que son un hermano, Seita, y su hermana, la pequeña Setsuko.
Con el padre de Seita sirviendo en la Armada Imperial Japonesa y su madre enferma, Seita pasa la mayor parte de su tiempo cuidando con cariño a Setsuko. Cuando un bombardeo estadounidense destruye su hogar y mata a su madre, los dos niños se mudan a casa de una tía poco acogedora, y Seito oculta la terrible verdad a Setsuko lo mejor que puede.
Incapaz de tolerar los insultos de su tía, Seita se va con Setsuko a vivir solos en un refugio antiaéreo en desuso, atrapando luciérnagas para iluminarse y robando comida. Pero la desnutrición y la enfermedad arruinan la salud de Setsuko. Mientras Japón se rinde, Setsuko muere y un Seita desconsolado, cuida de su hermana en sus últimos días.