Las mejores películas de ciencia ficción no son aquellas que presentan peligros alucinantes del espacio exterior o predicciones aterradoras sobre el futuro de la humanidad, sino aquellas que pueden difuminar la línea entre lo fantástico y lo cotidiano, deconstruyendo efectivamente lo que las audiencias perciben como común.
Para dar sustancia a esta tensión, una historia de ciencia ficción debe racionalizar los mayores temores y preocupaciones de la humanidad con la ayuda de temas absurdos que, de hecho, resultan extrañamente familiares, tal como lo evidencian obras mayúsculas del género como 2001: Una odisea del espacio de Stanley Kubrick, Blade Runner de Ridley Scott y Ex Machina de Alex Garland.
Otro ejemplo destacado es la versión de Steven Spielberg de La guerra de los mundos, una película que ofrece una visión única del clásico de H.G. Wells, representando el colapso de la Tierra y la desintegración de la sociedad tras un ataque meticulosamente planificado por seres extraterrestres.
Spielberg y ‘La guerra de los mundos’: Una formidable visión del clásico de H.G. Wells
Hace dos décadas, los éxitos de taquilla veraniegos eran completamente diferentes, y La guerra de los mundos es un sólido ejemplo de ello. Aunque es una película de ciencia ficción llena de acción, mantiene una atmósfera sombría de principio a fin, conectándose con un conmovedor drama familiar.
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El filme se desarrolla desde la perspectiva de un padre que intenta proteger a su familia, con Tom Cruise en un papel memorable. La historia incorpora la amenaza de la invasión alienígena en la lucha inherente de la humanidad entre el bien y el mal. Es una batalla que todos enfrentan, ya que todos tienen un poco de ambos, excepto los niños, inocentes por naturaleza, y es ahí donde entra el personaje de Dakota Fanning.
La mayoría de las películas y programas de televisión apocalípticos ofrecen un vistazo a la destrucción inicial, pero nunca profundizan en ella. Ejemplos como The Last of Us, The Walking Dead y Un lugar en silencio: Parte 2 introducen a sus personajes cuando el mundo aún estaba sin cambios, solo para avanzar rápidamente al presente, cuando gran parte de su humanidad ya ha sido tomada.
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En cambio, La guerra de los mundos consiste completamente en la histeria masiva, mostrando en detalle el progreso del caos. Esa es la mayor fortaleza del material original, pero se necesita mucho talento para adaptarlo perfectamente a otro medio visual.
Orson Welles siempre será recordado como uno de los pocos que logró eso, llevando incluso la histeria masiva de la historia al mundo real: su famosa transmisión radial de Halloween narrando La guerra de los mundos supuestamente convenció a los oyentes de que una invasión real de Marte estaba teniendo lugar en Estados Unidos, causando que la gente huyera de sus hogares desesperada debido a su tono realista de urgencia y desconcierto.
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De manera similar, el terror de la mala comunicación es uno de los hilos que sostienen la narrativa de la película de Spielberg: en un abrir y cerrar de ojos, toda individualidad se pierde. A medida que la sociedad comienza a colapsar, uno debe seguir a los demás por “el agujero del conejo” o se verá obligado a hacerlo.
La escena en la que al protagonista le quitan su coche, solo para presenciar el asesinato del ladrón minutos después, es una muestra brillante y perturbadora de la verdadera visión de Spielberg del fin del mundo: no se trata de los alienígenas tomando el control, sino de la humanidad cediendo a las partes más repugnantes de sí misma.
