A lo largo de la historia de Hollywood hemos tenido la desgracia de perder a varias jóvenes estrellas, cuyo futuro se vio truncado por trágicas situaciones. Tal ha sido el caso de Bruce Lee, Brandon Lee, Heath Ledger, Brittany Murphy, Anton Yenchin, Paul Walker y Sharon Tate, tan sólo por mencionar a algunos. Sin embargo, muchos años antes de todos ellos, se dio el triste fallecimiento de un ícono juvenil de principios del siglo XX.
El actor en cuestión nació el 8 de febrero de 1931 en Marion, Indiana y perdió la vida el 30 de septiembre de 1955 en Cholame, California, apenas teniendo 24 años de edad. Con toda una carrera y una vida por delante, una enorme base de fans a sus espaldas y un sinfín de chicas suspirando por él, su existencia se apagó en un abrir y cerrar de ojos.
James Dean fue considerado un símbolo americano por excelencia. Su trayectoria estuvo compuesta de únicamente siete largometrajes, siendo su momento de gloria entre 1954 y 1955, cuando fue protagonista de tres cintas; así como alcanzó el éxito tan rápido, todo llegó a su fin de forma inesperada producto de un terrible accidente automovilístico.
Fue justo el 27 de octubre de 1955, casi un mes después del trágico deceso de Dean, que Rebelde sin causa llegó a los cines, bajo la dirección de Nicholas Ray. Esta película le valió al actor una nominación póstuma al BAFTA por su papel de Jim Stark, además de convertirlo en un auténtico ícono de la rebeldía juvenil, imagen que sigue conservando hasta la actualidad. Sin lugar a dudas se trata del personaje más icónico interpretado por James, inmortalizándolo para siempre.
En Rebelde sin causa conocemos a Jim Stark, de 17 años, quien es arrestado por embriaguez en público. Recién llegado a Los Angeles, intenta adaptarse a su nueva escuela, pero Buzz, el líder de una pequeña pandilla que gobierna el instituto, lo irrita. Los dos jóvenes se pelean con cuchillos, haciendo que Jim caiga en una profunda e inevitable espiral de violencia.
Nicholas Ray comprendió inmediatamente la capacidad del público joven para identificarse con James Dean y decidió dejarle improvisar algunas de sus escenas, en especial aquella en la que juega con un mono de peluche que se arrastra por el suelo, secuencia que se convirtió en los créditos iniciales. Dean nunca pudo ver su trabajo culminado, pero su legado quedó plasmado para siempre en video, dando pie al inicio de su leyenda por el resto de la eternidad.