La saga de Mad Max es una de las más icónicas y aclamadas dentro del cine de ciencia ficción, y a pesar de que Furiosa, la más reciente entrega dentro de la franquicia, fue un enorme fracaso en taquilla, eso no demerita el legado de estas películas y el impacto que han tenido en la cultura pop mundial.
Dentro de la saga el famoso auto “Interceptor” es una pieza fundamental en la historia, y a pesar de que es un vehículo que apenas hemos visto en películas y que no ha tenido más apariciones, se terminó convirtiendo en una leyenda del séptimo arte.
Cuando se estaba preparando la primera entrega de Mad Max, el director George Miller consiguió un Ford XB Falcon Coupé, que se vendió en Australia de 1973 a 1976. Se trata de un auto sumamente potente, pues cuenta con un motor V8, pero al tratarse de una película postapocalíptica, tenían que afinarse ciertos detalles en el vehículo antes de grabar cualquier toma.
Para el “Interceptor”, el equipo técnico optó por tener parte de la salida del motor por el cofre, además de pintar el Ford de negro, igual que la vestimenta de cuero oscuro del protagonista. Del mismo modo, se tomó la decisión de añadirle un spoiler en el techo. En cuestión de aerodinámica, esto resultó ser terrible, cabe destacar.
Al final del rodaje, el equipo de producción de Mad Max no sabía qué hacer con el coche y lo puso a la venta por 7,500 dólares. Nadie lo quería y finalmente se lo ofrecieron al mecánico Murray Smith, a quien la producción, por completo quebrada, le debía dinero.