Estrenada a mediados de 2018, Un lugar en silencio se ganó rápidamente un lugar especial en el corazón del público amante de las películas de terror y suspenso como Halloween y La Exorcista, ambas disponibles por Disney+. Protagonizada por John Krasinski y Emily Blunt, la primera entrega de la franquicia presentó una historia en la que la humanidad ha sido devastada por una extraña raza de alienígenas capaz de cazar a través del sonido.
Seis años después, por fin los espectadores podrán conocer cómo fue que inició todo gracias a Un lugar en silencio: Día uno. Lupita Nyong'o, Joseph Quinn, Alex Wolff y Djimon Hounsou se enfrentarán a un mundo que comienza a transformarse repentinamente en un caos. Si no has visto la cinta con criaturas que asesinan por el ruido, por acá puedes ver los horarios de tu cine favorito para que conozcas el origen de estas aterradoras criaturas.
A pesar de todo el éxito que ha tenido la saga de suspenso, lo que muchos no saben es que la primera entrega se enfrentó a algunas adversidades muy peculiares detrás de escena. Krasinski, quien también se desempeñó como director, acabó convirtiendo uno de los retos de la cinta en un punto a su favor, más o menos como ocurrió con un clásico escrito por Steven Spielberg.
Un lugar en silencio terminó conectando con Tiburón, la obra maestra de Spielberg. La cinta de Krasinski tuvo un presupuesto de 17 millones de dólares, una inversión muy baja para los estándares de Hollywood. Krasinski quería que los extraterrestres aparecieran más durante la trama, sin embargo, por falta de fondos no sería posible.
La solución que encontró Krasinski fue hacer que los seres fueran tan rápidos y letales que sus apariciones serían borrosas a lo largo de la película. De esta manera, Un lugar en silencio logró reducir los costos de efectos especiales. Es sólo hasta el final de la historia que el espectador puede ver con detalle la imagen de los monstruos, maravillándose ante entidades completamente aterradoras.
Esta estrategia fue similar a una que Spielberg utilizó en Tiburón. Debido a una serie de problemas mecánicos, el cineasta no pudo mostrar al animal todo el tiempo que quería, por lo que la mejor decisión fue que la criatura marina apareciera con mucho movimiento para que los espectadores no pudieran notar la falta de recursos. En ambos casos, las dificultades crearon aún más suspenso en la trama, que finalmente funcionó a la perfección.