Lo hemos visto en exitosas cintas como Forrest Gump, Náufrago y Salvando al soldado Ryan, así que no es ninguna sorpresa que Tom Hanks es uno de los nombres más famosos y reconocidos en Hollywood y la industria cinematográfica. Colaborador de cineastas como Steven Spielberg y Robert Zemeckis, el intérprete ha forjado una carrera prolífica en el séptimo arte y además de aparecer frente a las cámaras, también es un productor y director.
Aunque ha trabajado en un rango variado de producciones como Milagros inesperados, Philadelphia, El código Da Vinci y hasta cintas animadas como Toy Story, Hanks está consciente de que no todos los títulos en los que ha participado son tan queridos, pues incluso él se arrepiente de haber aparecido en un largometraje de un cineasta bastante reconocido.
En 1990, cuando Tom Hanks entraba a la cúspide de su carrera, el actor protagonizó una cinta de Brian De Palma que, a diferencia del éxito de sus trabajos previos, no tuvo el recibimiento que él esperaba de las audiencias y los expertos. El proyecto se trataba de una adaptación de La hoguera de las vanidades, la popular novela estadounidense escrita por Tom Wolfe, pero ni su importancia literaria ni su elenco estelar logró convencer a los espectadores.
Esta comedia negra de 125 minutos mostró la historia de Sherman McCoy (Hanks), un corredor de Wall Street cuya vida cambia drásticamente cuando se equivoca de dirección y en lugar de ir a Manhattan, termina en el Bronx y atropella a un hombre; algo que es recapitulado por el periodista Peter Fallow (Bruce Willis). La novela era tan querida que los ojos se pusieron sobre el también actor de Elvis, quien confesó a Oprah Winfrey que no era lo que esperaba:
“Incluso ahora, cuando voy a Alemania, la gente me dice ‘¿Cómo es que no hacen más películas tan buenas y crudas como La hoguera de las vanidades?’”, comentó Hanks a la entrevistadora, agregando que el fracaso de la película también se debió a que la novela era muy relevante para la sociedad estadounidense y la adaptación no estuvo a la altura, ni su actuación: “La hoguera de las vanidades me enseñó que no puedo forzar una conexión básica”, señaló.