Desde Rebecca (con Lily James y Armie Hammer; basada en la novela homónima de Daphne du Maurier) hasta El irlandés (dirigida por Martin Scorsese y basada en I Heard You Paint Houses de Charles Brandt), el catálogo de Netflix incluye títulos que dan vida a las páginas de libros icónicos, convirtiéndose en un refugio para los amantes del cine y la literatura.
El cine mexicano también ha encontrado un hogar en Netflix, con un amplio catálogo que abarca desde películas contemporáneas (como Noche de fuego de Tatiana Huezo) hasta clásicos inolvidables (como Amores perros de Alejandro González Iñárritu). Y ahora, una joya del cine mexicano basada en una aclamada obra literaria se ha unido a esta prestigiosa colección, marcando su estreno en la plataforma tras 25 años de su lanzamiento original.
Confirmando la posición de Arturo Ripstein como uno de los cineastas más relevantes en México, El coronel no tiene quien le escriba es una adaptación profundamente conmovedora de una de las mejores obras del ganador del Premio Nobel, Gabriel García Márquez. Esta historia de los dolorosos recuerdos y las falsas esperanzas de una pareja de ancianos está dirigida por Ripstein con pleno dominio de su oficio.
Arturo Ripstein y su conmovedora adaptación de García Márquez, ahora en streaming
Ambientada en un pequeño pueblo costero mexicano a finales de los años 40, El coronel no tiene quien le escriba describe la terrible existencia del personaje principal (Fernando Luján), un oficial retirado del ejército que luchó en la guerra anticlerical de los Cristeros, y su asmática esposa, Lola (Marisa Paredes). Ambos están emocionalmente marcados por la reciente muerte de su único hijo, Agustín, y están pasando por tiempos difíciles, ya que el dinero escasea y el desalojo de su casa es inminente debido a una hipoteca impaga.
El Coronel pone sus esperanzas en dos sueños: la llegada por correo de su pensión, vencida hace 27 años, y el potencial ganador de un gallo de pelea, única herencia de su difunto hijo. Debilitada por su mala salud y distraída sólo con visitas ocasionales al cine local, Lola mantiene una visión más pragmática de su situación. Aunque ella insiste en vender el gallo, su marido lo conserva como un fetiche, una esperanza tangible en medio de su desesperanza.
La adaptación de la guionista Paz Alicia Garcíadiego es fiel a la trama de la novela de García Márquez, pero agrega algunos elementos que enriquecen el drama, incluido un nuevo personaje, la compasiva prostituta Julia (Salma Hayek), que tenía una relación con Agustín. La también actriz de El callejón de los milagros aporta una nota conmovedora al proceso con su breve aparición, enriqueciendo la narrativa con su presencia.
En la perspectiva dramática de Ripstein no hay lugar para los conceptos básicos del bien y del mal; en su lugar encontramos la interacción de emociones contradictorias bajo la mano inexorable del destino. El denso estilo visual de la película se debe a la reflexiva puesta en escena de Ripstein; con la ayuda de la hábil lente de Guillermo Granillo, el director crea una atmósfera de patetismo y decadencia en interiores destartalados y poco iluminados donde la cámara frecuentemente se posa en los reflejos de los personajes en espejos oxidados.
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