Antes de ser un multiganador del Oscar con Birdman y El renacido, Alejandro González Iñárritu irrumpió en la escena cinematográfica en el año 2000 con Amores perros, uno de los debuts más atractivos y arriesgados del cine mexicano contemporáneo. La película, escrita por Guillermo Arriaga, está dividida en una especie de capítulos que detallan tres historias separadas, pero entrelazadas luego de un trágico evento.
Octavio (Gael García Bernal) y Susana (Vanessa Bauche) son amantes desdichados, cuya relación se complica por el hecho de que Susana está casada con Ramiro (Marco Pérez), el hermano de Octavio. Este escenario ya sombrío se intensifica por la inclusión de peleas de perros callejeros, representadas con una crudeza impactante. Octavio, movido por el deseo de rescatar a Susana de las garras de un Ramiro abusivo, impulsa la trama hacia delante, desencadenando una cadena de eventos trágicos.
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En el segundo relato, Daniel (Álvaro Guerrero) decide dejar a su esposa y sus hijas para vivir con Valeria, una hermosa modelo interpretada por Goya Toledo. La relación entre Daniel y Valeria parece perfecta al principio, representando una nueva y emocionante etapa en sus vidas, llena de pasión y promesas. Sin embargo, su vida juntos se complica drásticamente cuando Valeria sufre un grave accidente automovilístico el mismo día que se mudan a su nuevo apartamento.
El accidente cambia dramáticamente la vida de Valeria. Queda confinada a una silla de ruedas, enfrentando un futuro incierto respecto a su capacidad para caminar y modelar de nuevo. Además, su relación con Daniel comienza a deteriorarse bajo la presión de su nueva realidad. Daniel trata de apoyarla, pero la frustración y la impotencia frente a la situación de Valeria crean tensiones en la relación.
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‘Amores perros’ y el paralelismo con Frida Kahlo
La situación de Valeria presenta paralelismos con la vida de la icónica artista mexicana, Frida Kahlo. La pintora sufrió un accidente de autobús que la dejó con heridas severas, afectando su columna vertebral y pelvis, lo que tuvo un profundo impacto en su capacidad para seguir trabajando como antes.
Tanto Frida como Valeria experimentan dolor físico constante como resultado de sus accidentes. En el caso de Frida, el dolor físico se convierte en un tema recurrente en su arte, usando su experiencia personal como una forma de expresión cruda y auténtica que incluso lo hizo explícito en su cuadro Autorretrato con el retrato del doctor Farill (1951). Para Valeria, el dolor también transforma su vida diaria y su autoimagen.
FridaKahlo.org / Altavista Films
Además, una trama secundaria aparece inusitadamente: el perro de Valeria queda atrapado bajo las tablas del suelo de su departamento. La búsqueda para liberar al perro se convierte en una odisea casi surrealista. En un intento desesperado por rescatarlo, Valeria y su pareja empiezan a perforar más y más el piso, creando un paisaje de duela fragmentada y caótica.
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Este entorno agujereado evoca el cuadro de Kahlo, La columna rota (1944), donde el paisaje agrietado y el cuerpo fragmentado de la artista simbolizan las heridas físicas y emocionales profundas. Esta representación visual en la película captura eficazmente las fisuras tanto en el espacio físico como en las relaciones personales, un eco poderoso del estilo de Kahlo en retratar el dolor y la ruptura.
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