Durante la primera mitad del siglo XX, Walt Disney y su equipo de creativos dieron vida a un universo de magia y fantasía que trascendió generaciones, definiendo lo que se conoce como la Edad Dorada de Disney. Películas emblemáticas como Blancanieves y los siete enanos (1937), Pinocho (1940), Bambi (1942), La cenicienta (1950) y Peter Pan (1953) no solo encantaron a audiencias de todas las edades, sino que establecieron un estándar de excelencia en el cine de animación.
Las películas de la Edad Dorada de Disney, que también incluyen 101 dálmatas, La espada en la piedra y El libro de la selva, se caracterizan por sus cautivadoras historias, personajes inolvidables y una estética visualmente deslumbrante. Los animadores de Disney desarrollaron un estilo distintivo que combinaba la atención meticulosa al detalle con una paleta de colores vibrantes y una animación fluida.
A pesar del éxito arrollador de las primeras películas de Disney, la compañía enfrentó un desafío sin precedentes con Robin Hood. Dirigida por Wolfgang Reitherman y estrenada en 1973, una época en la que Disney tenía un dominio aparentemente inexpugnable sobre la imaginación de las audiencias, Robin Hood fue, significativamente, la primera película animada realizada sin la supervisión personal de Walt. La última película para la que firmó un plan detallado fue su predecesora inmediata, Los aristogatos, poco antes de su muerte en diciembre de 1966.
‘Robin Hood’: El desafío que marcó el fin de la Edad Dorada de Disney
La idea de realizar una película basada en el cuento medieval francés Reynard el zorro había estado en la mente de Walt Disney durante más de 30 años antes de que se diera luz verde a Robin Hood poco después de su fallecimiento. Este cuento, popular en toda Europa desde el siglo XII y mencionado por Chaucer y Shakespeare, atrajo el interés de Disney como base para una película animada.
A pesar de haber sido considerada en varias ocasiones a lo largo de las décadas, la idea siempre se pospuso, hasta que finalmente se materializó en Robin Hood, quizás como un homenaje póstumo al deseo original de Disney de llevar esta historia a la pantalla grande.
Después de Robin Hood, la calidad disminuyó drásticamente. Estaba Las aventuras de Winnie Pooh (1977), el punto más bajo del estudio, luego Bernardo y Bianca (1977) y El zorro y el sabueso (1981). Dependiendo de cómo se mire, Robin Hood fue la última película de la época dorada o la primera de lo que sería una larga serie de decepciones comerciales y de crítica.
Los malos resultados de los años setenta y ochenta de Disney parecen haber sido consecuencia de la muerte de su fundador. Walt era famoso por ser un fanático del control. Su repentina ausencia provocó disputas y luchas de poder entre los ejecutivos y luego una visión vacilante.
La compañía se distrajo aún más con estas nuevas fuentes de ingresos provenientes de los parques temáticos, programas de televisión y productos alejados de su objetivo principal, las películas animadas. Los animadores y productores lucharon por adaptarse a los cambios en la tecnología, al igual que, por ejemplo, Pixar, el disruptor con el que Disney colaboraría y eventualmente asumiría el control.