Desde el blanco y negro hasta los colores en la pantalla, el cine ha cambiado sus imágenes varias veces a lo largo de los años. Sin embargo, hay una cosa que permanece igual dentro de este vehículo artístico: el poder que tienen estas historias para conectar con audiencias de épocas posteriores. Tiempos modernos de Charles Chaplin, Los 400 golpes de François Truffaut o La dolce vita de Federico Fellini son ejemplos de cómo los grandes clásicos continúan cautivando a nuevas audiencias.
Esta afirmación también aplica para Casablanca. Dirigida por Michael Curtiz en 1942, esta película clásica destaca por su emotiva historia de amor en medio de las tensiones políticas de la Segunda Guerra Mundial. Al principio, los espectadores conocen a Rick Blaine (Humphrey Bogart) como un estadounidense exiliado que ahora posee una cafetería y un centro de juegos en Casablanca. Su "imperio" normalmente está repleto de familias que esperan obtener su boleto dorado para Estados Unidos y lugareños invertidos en partidos tipo casino.
Aunque tiene una vida cómoda a su alcance, Rick es cínico y no está interesado en sentar cabeza. Unos minutos más tarde, queda claro por qué el protagonista es tan frío e incapaz de amar. El razonamiento está ligado a las desgarradoras consecuencias de su apasionada relación con Ilsa Lund (Ingrid Bergman).
Han pasado los años y ambos personajes no han superado su innegable química. Cuando ella y su marido Victor Lazlo (Paul Henreid), líder de la resistencia de Checoslovaquia, llegan a Casablanca, son recibidos en un café lleno de gente. Ilsa no sabía que su alma gemela perdida hacía mucho tiempo era dueña del lugar. Después de que los antiguos amantes se miran a los ojos, es evidente que su chispa no se ha desvanecido. Esto ahora es un problema porque, como se mencionó anteriormente, ella ya está casada.
Warner Bros.
‘Casablanca’: Un vistazo a la intemporalidad de un romance épico en la pantalla grande
Aunque lanzada hace ocho décadas, la audiencia aún se conecta con los personajes y sus luchas, buscando alcanzar un final feliz. El amor en Casablanca se presenta como desinteresado y altruista, lo que contribuye a su impacto duradero en el público. A pesar de sus propios deseos, Rick prioriza el bienestar de Ilsa y su esposo, ayudándolos a escapar de Casablanca mientras él elige quedarse atrás. Esta renuncia al amor personal por el bien común subraya el mensaje de la película sobre la moral y el deber hacia la comunidad.
La película culmina con una poderosa escena final donde Rick y el capitán Renault sacrifican sus propios intereses para permitir que Ilsa y su esposo escapen sin ser detectados. Este acto de desinterés por un propósito mayor resuena en la audiencia, recordándoles la importancia de preocuparse por el bien común por encima de los intereses individuales.
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A través de una partitura musical evocadora y un guion bien elaborado que desarrolla la complejidad de cada personaje, Casablanca sigue siendo una producción atemporal que transmite un mensaje universal de amor, paz y deber. Su narrativa sobre el amor y las decisiones difíciles que enfrenta continúa siendo relevante en cualquier época, recordándonos la importancia de priorizar el bienestar colectivo sobre nuestros deseos personales.
