Hace un siglo, una épica cinematográfica de 300 minutos revolucionó el mundo del cine, marcando un hito que resonaría a lo largo de los años. Esta obra maestra, precursora de narrativas épicas como El señor de los anillos y Game of Thrones, celebra su centenario, recordándonos su impacto perdurable en la historia del cine y su influyente legado en la construcción de universos fantásticos.
Aquellos que nunca antes hayan visto una película muda podrían considerar que vale la pena echarle un vistazo a Los Nibelungos: Sigfrido para ver de qué podrían ser capaces las películas sin diálogos. Esta película representa la primera mitad de una epopeya general conocida como Die Nibelungen (Los Nibelungos), con Fritz Lang dirigiendo ambas partes y estrenándose en 1924.
El centenario de ‘Los Nibelungos’: Sigfrido y su impacto en la historia del cine épico
Sigfrido es el más largo de los dos capítulos con una duración de 2 horas y 25 minutos, y se centra en el héroe titular. El inquebrantable y apuesto Paul Richter interpreta a Sigfrido, hijo del rey Siegmund de Xanten, quien deja su hogar en el bosque hacia el Reino de Borgoña después de dominar el arte de la herrería y anunciar su intención de casarse con Krimilda (Margarete Schön), la princesa de Borgoña.
En el camino, Sigfrido se encuentra con un dragón, se vuelve “indestructible” y encuentra un casco mágico. Si bien la estructura de las epopeyas de fantasía es mucho anterior a la película, la estética de Los Nibelungos ejerció una fuerte influencia tanto en Peter Jackson, George Lucas y George R.R. Martin para trazar sus épicos universos de El señor de los anillos, Star Wars y Game of Thrones, respectivamente.
La segunda parte, como el título probablemente deja muy claro, La venganza de Krimilda, es la continuación de la primera mitad de Los Nibelungos. Es difícil separarla de la primera en cuanto a calidad, dado que ambas son películas mudas muy fuertes e impactantes que cuentan una historia coherente y épica.
Los efectos especiales rivalizan con todo lo que se haya realizado jamás, incluso superando la revolución digital de los años noventa. El dragón asesinado es una marioneta a escala real de 20 metros de largo que se mueve, babea e incluso exhala fuego real. El objetivo artístico de Lang va más allá de la mera verosimilitud y apunta a algo más primordial y significativo: la deificación de un hombre mediante la matanza violenta de un dragón tan magnífico como impío.
Es beneficioso para la historia general que esta segunda mitad se centre en un protagonista diferente y también enfatice batallas y guerras más sólidas que la primera mitad, más cargada de fantasía. Al final del día, ambos capítulos configuran una obra genial para formar una de las epopeyas más convincentes del cine mudo, una época que nos regaló muchas otras joyas del cine alemán como El gabinete del Dr. Caligari, Nosferatu y Metrópolis.