Desde la década de 1990, Mi pobre angelito ha deleitado a audiencias de todas las edades con la presencia de Kevin McCallister, interpretado magistralmente por Macaulay Culkin. Por otro lado, El regalo prometido ha ofrecido risas inolvidables con Arnold Schwarzenegger como Howard Langston, un padre dispuesto a enfrentar desafíos épicos para asegurar el regalo perfecto para su hijo. Ambas películas han alcanzado estatus de culto durante la temporada navideña debido a su humor, ingenio y mensajes festivos.
Sin embargo, hay una joya que redefine el encanto de la temporada festiva. Esta fascinante propuesta del cine contemporáneo no sólo desafía la tradición, sino que también se posiciona como la mejor película de Navidad hasta la fecha. Atrás quedan las travesuras de Kevin y las hilarantes desventuras de Howard; esta película cautivadora ofrece una experiencia única que la distingue en el panteón de las cintas navideñas colocándose a la altura de clásicos como ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra.
Situada en la Nueva York de los años cincuenta, Carol se basa en la novela de temática lésbica The Price of Salt, escrita por Patricia Highsmith bajo el seudónimo de Claire Morgan y publicada en 1952. La primera mitad del relato tiene lugar durante el bullicio previo a la Navidad, y es una atmósfera tanto lúgubre como soñadora, según tu forma de pensar. Cuando conoce a Carol (Cate Blanchett) por primera vez, la joven Therese (Rooney Mara) está trabajando detrás del mostrador en una sala de juguetes en los grandes almacenes Frankenberg, usando una exhibición de muñecas como barrera entre ella y los clientes que tienen demasiado dinero para gastar en las fiestas o no tienen suficiente. Sacudiendola de su hastío privilegiado está la aparición inicial de Carol, una elegante y enigmática mujer.
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El encanto de 'Carol': Una joya cinematográfica que comprende el sabor agridulce de la Navidad
Cinco minutos antes, lo único destacado del día de Therese fue ver una selección de trenes de juguete recorrer su sombría ruta hacia la nada. Ahora está llena de espíritu navideño, de repente ansiosa por involucrarse en actividades estacionales: escribir correspondencia a mano, seleccionar álbumes para regalar a Carol, fotografiar a la persona que le gusta bajo una ráfaga de copos de nieve junto a un árbol de Navidad. Mientras tanto, Therese sabe que, como uno de esos copos de nieve, nada de esto puede durar.
Al igual que con la Navidad misma, el éxtasis de un amor poco realista, mezclado con las expectativas que se ciernen sobre todo, es suficiente para romperte el corazón. También es suficiente para seguir persiguiéndolo toda una vida, de la misma manera que perseguimos la alegría navideña cada diciembre.
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"Me encanta la Navidad", le dice Carol con nostalgia a Therese durante su primer encuentro en la tienda. “Envolver regalos y todo eso. Y de alguna manera terminas cocinando demasiado el pavo”. Lo que la película entiende, mucho mejor que clásicos consagrados, es la alegría y la tristeza de crear un pequeño momento de emoción navideña separada de la monotonía no festiva de la vida diaria normal. El gran peso de la expectativa autoinfligida de tener una Navidad perfecta muchas veces es sólo una ilusión, ya que inevitablemente algo puede fallar y eso lo registra de manera espléndida el director Todd Haynes.
