A lo largo de más de cinco décadas de carrera cinematográfica, Steven Spielberg ha dejado una marca indeleble en una amplia variedad de géneros. Su reconocimiento se debe en gran medida a su contribución al género de ciencia ficción, donde clásicos como Encuentros cercanos del tercer tipo, E.T. el extraterrestre y Jurassic Park han dejado una huella duradera en la cultura cinematográfica.
No obstante, la versatilidad del director se manifiesta de manera evidente en incursiones exitosas en géneros tan diversos como películas bélicas (Salvando al soldado Ryan), dramas históricos (Munich y Lincoln), comedias alegres (La terminal) y la reciente incursión en musicales con la aclamada adaptación de Amor sin barreras. Además, Spielberg ha llevado su habilidad distintiva al género del cine de aventuras con su icónica franquicia Indiana Jones.
En la rica filmografía de Spielberg, existe notoriamente una ausencia significativa: el género del western. A excepción de un cortometraje de 8 mm realizado durante su infancia, inspirado en El hombre que mató a Liberty Valance, el visionario creador de A.I. Inteligencia artificial y Ready Player One ha mantenido distancia del género estadounidense por excelencia hasta el momento.
No obstante, a través de su obra maestra autobiográfica, Los Fabelman, se revela la pasión del cineasta de 76 años por el western y específicamente por John Ford. En el clímax de la película, David Lynch (el director de Mulholland Drive), aparece para brindarle al joven Sammy (claramente inspirado en Spielberg) una valiosa lección sobre el arte cinematográfico.
La admiración de Spielberg por las obras de John Ford (incluyendo Las uvas de la ira y especialmente Más corazón que odio) persiste hasta hoy, y el director no emprende un nuevo proyecto sin extraer energía creativa de los westerns del renombrado cineasta estadounidense. "Suelo poner una película de John Ford antes de cada rodaje una o dos, solo porque me inspira", compartió Spielberg con el American Film Institute.
"Soy muy receptivo a la manera en que utiliza su cámara para pintar sus cuadros, la forma en que encuadra la acción y dirige a sus personajes. A menudo, mantiene la cámara estática mientras las personas frente a ella crean la ilusión de que hay mucho más movimiento cinético del que realmente hay. En este sentido, es como un pintor clásico. Celebra el marco, no solo lo que sucede dentro de él". Estas palabras del también director de La lista de Schindler destacan la profunda influencia que la cinematografía distintiva de John Ford ha tenido en su enfoque artístico.