Miles de películas se han producido en la historia del cine, así que es probable que algunas historias sean ligeramente similares, aunque nunca falta quien acuse a los productores de plagio. En 2016 Damien Chazelle fue el objetivo principal de los críticos y los cinéfilos tras estrenar La La Land y ser señalado por copiar de pies a cabeza la historia de Jacques Demy en Los paraguas de Cherburgo, y lo mismo le sucedió con Babylon y Cantando bajo la lluvia, pero las cosas nunca pasaron a mayores.
Otras producciones televisivas también han sido víctimas de las mismas acusaciones, tal como sucedió con 1899 de Netflix, que fue cancelada a unos días de estrenar la primera temporada en su plataforma, pero tampoco escaló el problema a grandes escándalos. Sin embargo, en 2015 hubo un caso diferente entre dos largometrajes, pues el productor de uno de ellos fue demandado por plagiar una exitosa película de 1981, pero ¿en realidad fue así?
En 2012 Luc Besson, el director reconocido por haber realizado El quinto elemento y El perfecto asesino, participó como productor y creador de la historia de Prisionera del espacio, una película de acción y ciencia ficción que nació como una idea original del cineasta francés, pero por la cual también se convirtió en enemigo de nadie más y nadie menos que John Carpenter, el reconocido autor detrás del clásico Halloween.
Mostrando a un hombre condenado injustamente por espionaje contra Estados Unidos, éste recibe una segunda oportunidad para resarcirse y le es asignada la responsabilidad de recuperar a la hija del presidente, luego de ser secuestrada en una prisión espacial durante una misión. ¿Te suena familiar? Pues la premisa es casi idéntica a 1997: Escape de Nueva York, cinta de inicios de los 80 que fue creada por Carpenter y después continuó en Escape de Los Angeles.
Si bien Besson no fue el director de Prisionera del espacio, sí es acreditado como quien concibió la idea, es por eso que el también realizador de La cosa del otro mundo llevó las cosas a la Corte y un Tribunal francés dictaminó que existía plagio y sentenció al cineasta francés a pagar la suma de 80 mil euros por la falta a los derechos de autor. La decisión fue apelada por el demandado, argumentando que él no necesitaba copiar historias de otros creadores para filmar sus películas, pero fue en vano.
Tras revisar la apelación, el Tribunal de París reafirmó la sentencia, alegando que “los elementos centrales de la película habían sido copiados masivamente” y que la respuesta de Luc Besson no fue lo suficientemente fuerte, por lo que multiplicaron su condena y el también director de Valerian y la ciudad de los mil planetas terminó pagando 465 mil euros, que incluso fue menor a los 2 millones de euros que John Carpenter había solicitado. ¿Conocías la desastrosa historia detrás de esta película protagonizada por Guy Pearce?