Confesiones, la más reciente obra de Carlos Carrera, adentra al espectador en las complejas dinámicas de una familia acomodada de la Ciudad de México. El padre (interpretado por Luis Gnecco) es un exitoso dentista, mientras que la madre (encarnada por Claudia Ramírez), inmersa en su labor académica y docente en arquitectura, se esfuerza por mantener una apariencia de perfección familiar hacia el exterior, a pesar de los desafíos que enfrenta con su hijo rebelde (Emilio Rafael Treviño).
La tranquilidad de la familia se quiebra en una noche fatídica con la llegada de una llamada misteriosa que anuncia el secuestro de la hija menor, sumiendo a todos en un abismo de desesperación y angustia. Pero la tragedia adquiere dimensiones aún más terroríficas cuando el secuestrador (magistralmente interpretado por Juan Manuel Bernal) irrumpe en la casa con una propuesta macabra: para garantizar la liberación de la niña, cada miembro de la familia deberá enfrentar y confesar el pecado más oscuro y resguardado que yace en lo más profundo de sus almas.
La atmósfera se carga de una tensión insoportable, mientras los protagonistas se ven obligados a confrontar sus propios demonios internos en una lucha desesperada por salvar a la pequeña y recobrar la frágil normalidad que conocían. Este siniestro juego, con ecos y reminiscencia de la crueldad de Funny Games y Caché (ambas de Michael Haneke) hasta la brutalidad de Saw: Juego macabro de James Wan, desata una sucesión de revelaciones y giros inesperados que mantendrán al espectador en vilo, explorando los abismos más oscuros de la psique humana y desafiando los límites de la moral y la supervivencia.
Estas son las referencias bíblicas en 'Confesiones' de Carlos Carrera
El pasaje del Deuteronomio 32:35 con el que abre la película habla de la venganza y la retribución como prerrogativas divinas, y puede encontrar una conexión interesante con el personaje de Juan Manuel Bernal. Tanto Dios (en el pasaje bíblico) como el secuestrador (en la película) son los únicos que tienen la autoridad para administrar la venganza y la retribución. Se sugiere que, en última instancia, Dios y el secuestrador son los encargados de hacer justicia a aquellos que han obrado mal.
El personaje del también actor de El callejón de los milagros y Obediencia perfecta asume un papel crucial al convertirse en el agente que no solo exige confesiones, sino que también impone una forma de castigo corporal como consecuencia de las acciones pasadas de cada miembro de la familia. Esta dinámica añade una capa adicional de intensidad y confrontación a la trama. Al exigir someter a los implicados a un castigo, el secuestrador establece un vínculo directo entre los pecados confesados y el dolor físico infligido.
La tradición bíblica también ofrece una perspectiva interesante sobre este tema. En la Biblia, se encuentran referencias a castigos corporales como una forma de corrección y purificación. El dolor físico se considera a menudo como una herramienta para redimir y purificar el alma del pecador. En el contexto de Confesiones, la imposición de castigos corporales puede interpretarse como una representación simbólica de este concepto bíblico (incluso, la escena de la extracción de una muela podría equipararse al martirio de Santa Apolonia).
Al someter a los personajes a esta experiencia de dolor físico, el secuestrador no solo busca saldar cuentas por los pecados confesados, sino también forzar a los miembros de la familia a confrontar la gravedad de sus acciones y a experimentar una forma de purificación a través del sufrimiento. Esta dinámica en la más reciente película de Carrera, el también director de El crimen del padre Amaro y Bruno y Ana, añade una capa adicional de complejidad psicológica y emocional a la trama, ya que los personajes se ven obligados a enfrentar no solo las consecuencias de sus acciones, sino también el dolor físico que las acompaña.