Siguiendo la difícil situación de Thomasin (Anya Taylor-Joy), juzgada ante los ojos de su familia y obligada a observar distraídamente cómo le despojan de todo lo que conoce y ama, La bruja sirve como una metáfora sorprendentemente conmovedora del costo que debe pagarse cuando una sociedad patriarcal intenta obligar a una joven a someterse a un estilo de vida y un pensamiento religioso que culpa a la mujer de todos los males del mundo, incluyendo los actos violentos o impúdicos del hombre.
Muchas escenas sirven para encarnar la energía visceral del largometraje de terror religioso de Robert Eggers y su potente capacidad para perturbar profundamente (por ejemplo, la inquietante presencia de la cabra llamada Black Philip), pero hay una escena en particular que transmite la angustia, la desesperación y el dolor de esta fascinante reconstrucción ambientada en la Nueva Inglaterra de 1630.
Esta es la dolorosa escena de posesión y exorcismo en 'La bruja'
Caleb (Harvey Scrimshaw) es el segundo hijo mayor y le preocupa la condenación después de que su hermano pequeño desaparece. Los puritanos creían firmemente en la predestinación, la preordenación de la salvación para algunos y el infierno para otros. Durante un viaje al bosque con Thomasin, Caleb se separa de su hermana y cae en las garras de la bruja, regresando a casa unos días después desnudo, febril y completamente aturdido. Está acostado para descansar y mientras hay planes para buscar ayuda en la ciudad más cercana, Caleb se despierta.
La familia se reúne alrededor de Caleb, que continúa agonizante bajo la aflicción de la malvada bruja. Y es precisamente aquí donde los sentimientos no expresados de toda la familia, incluyendo al devoto patriarca llamado William (Ralph Ineson) y su obediente esposa Katherine (Kate Dickie), salen a la superficie. Es un momento sereno pero grandilocuente; es aquí donde se confirman los oscuros temores y el final se acerca cada vez más a quienes sufren en la pantalla.
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Caleb yace en la cama, susurrando y convulsionando de dolor. Su boca se cierra con fuerza para luego vomitar una manzana podrida y yacer inerte. Al mismo tiempo, Mercy (Ellie Grainger) y Jonas (Lucas Dawson) no pueden recordar la oración que el padre exige pronunciar a modo de exorcismo para liberar al niño de tanto dolor y sufrimiento tanto físico como espiritual. Poco después, cuando Thomasin es acusada de brujería por los más pequeños, el tono de Caleb cambia y ora directamente a Jesús, rogando felizmente a su Dios que lo acepte con los brazos abiertos.
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Caleb termina su soliloquio y se vuelve a recostar. Su respiración dolorosa se vuelve superficial y luego se detiene. Katherine gime de luto mientras los gemelos yacen en silencio a su lado. Se vuelve hacia Thomasin y le grita que se vaya, convencida de la complicidad de su hija en los terribles acontecimientos.
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El también director de El faro y El hombre del norte elabora una secuencia perfecta, trazando cuidadosamente la emotividad y la sensación del horror y la pérdida con las palabras y las imágenes. Esta escena, que lleva adelante el guión con actuaciones magníficas, efectos visuales inquietantes y una puesta en escena brillante, sirve como la representación perfecta de por qué la película tiene tanto éxito en su conjunto.
