La memoria, la soledad, la supervivencia, la muerte y la gran ciudad como escenario inmenso ajeno a las vidas de sus habitantes han sido temas recurrentes en la obra del realizador japonés, Hirokazu Kore-eda. Sin embargo, toda su filmografía, que incluye espléndidos títulos como Nuestra pequeña hermana, Tras la tormenta y La verdad, gira en torno a un concepto que puede parecer básico, pero cuyas implicaciones se tejen en complejas redes que constantemente redefinen el término: la familia.
En el cine de Kore-eda, la familia es una entidad reformable y versátil en función de las decisiones y los caminos que toman sus personajes, casi siempre afectados por una ausencia, un vacío que los obliga a buscar nuevos sentidos de pertenencia. A lo largo de ese recorrido deben sortearse varias batallas: las relaciones conflictivas entre padres e hijos, las rupturas matrimoniales, la orfandad y el abandono, así como la necesidad de profundizar en las raíces de uno mismo y de su propia progenie.
Aunque ambientado en Corea del Sur, el más reciente filme del aclamado director japonés es un buen ejemplo de lo anterior. Broker: Intercambiando vidas, que llega a las salas de Cinépolis y Cinemex este fin de semana, es una historia conmovedora sobre un problema actual en la sociedad coreana: el tráfico de bebés. Mientras las madres solteras dejan a los bebés en las puertas de las iglesias, dos hombres deciden hacer un negocio vendiendo estos bebés en el mercado negro. Las cosas no salen según lo planeado cuando una de las madres regresa en busca de su bebé, lo que hace que se una a los traficantes en el viaje para encontrar a un matrimonio que pueda hacerse cargo de su hijo.
Un viaje de fantasía y humanidad en 'Air Doll', la conmovedora película de Hirokazu Kore-eda
Pero mucho antes de esta película, que cuenta con la impecable actuación de Song Kang-Ho (conocido en nuestro país por su trabajo en Parásitos y Emergencia en el aire), e incluso antes de la popular Barbie de Margot Robbie, Kore-eda nos ofreció su visión de la Barbie japonesa. La premisa de Muñeca de aire (Air doll / Kûki ningyô, 2009) parece ingenua en el mejor de los casos, lascivo en el peor: un juguete sexual cobra vida. En manos de otro director, la película resultante probablemente habría sido una comedia sexual mediocre. Pero el realizador japonés convierte la premisa en una meditación absolutamente cautivadora sobre la identidad y la soledad.
Para liberarse de la soledad y satisfacer sus deseos sexuales, Hideo (Itsuji Itao) decide comprar una muñeca inflable llamada Nozomi (Doona Bae). El hecho de que, estrictamente hablando, ella no sea una persona en absoluto, sino solo un juguete sexual, no le molesta. Él disfruta pasar las noches con ella; come a su lado, le compra ropa y, sobre todo, se la vuelve a quitar. Una mañana, Nozomi descubre que ha adquirido un corazón. Desconcertada, se viste con el traje de sirvienta que su dueño le ha comprado y se aventura a salir de casa para explorar el exterior. Al imitar el discurso y las acciones de sus vecinos, aprende a encajar en la sociedad y pronto consigue un trabajo en una tienda de videos, donde comienza a enamorarse de Junichi (Arata Iura), su tímido compañero de trabajo.
Doona Bae (actriz japonesa que ha participado en producciones internacionales como Cloud Atlas y El destino de Júpiter) es un auténtico golpe de genialidad. Su asombro con los ojos abiertos por todo lo que hay en el mundo es hermoso de ver, y las escenas en las que ella descubre con alegría todo lo que la rodea transmiten una serenidad conmovedora sin caer en lo cursi o ridículo.