“System Crasher” es el nombre no oficial y controvertido que se le da a los niños que se escapan de las grietas de los Servicios de Protección Infantil de Alemania. No pueden ser colocados en un hogar funcional porque no se perciben como integrantes de algún círculo social o familiar.
La cautivadora y desgarradora película de Nora Fingscheidt toma su nombre, System Crasher (Systemsprenger), de esos niños. Sin embargo, la cineasta alemana advierte elocuentemente que no es el niño el que es demasiado difícil de manejar para el sistema, sino el sistema que está mal equipado para tratar casos que se encuentran en situaciones tan particulares que se escapan de las normas habituales.
La película sigue a Benni (Helena Zengel), una niña de nueve años rebelde y malhablada, que lucha por contener sus impulsos violentos. Es arrojada de un hogar grupal a otro debido a su historial de agresión incontrolable. Esta falta de estructura y estabilidad sólo empeora su falta de control emocional. El comportamiento de Benni representa un serio desafío para cualquiera que intente cuidarla, y la película comienza en un importante punto de inflexión en el que sus posibilidades de llevar una vida normal fuera de la atención institucional parecen estar disminuyendo.
Zengel es una bomba de tiempo en su interpretación Sus audaces ojos transmiten la rabia y la desesperación de una niña que no siente confianza ni cariño por nadie, salvo quizá por su madre (Lisa Hagmeister), quien teme de su propia hija. La pequeña Zengel atrae la atención del espectador por su talento y compromiso, aunado a una fascinante y espontánea química con el personaje de Micha (Albrecht Schuch), el asistente social encargado de su caso; una relación humana que está impregnada de veracidad, evidenciado el virtuosismo de Fingscheidt como autora.
Además, la cinematografía de Yunus Roy Imer tiene una potencia sutil que acaricia la naturaleza delicada de la historia y explota la ira de la protagonista al mismo tiempo. Por momentos, la cámara persigue enérgicamente los intentos de Benni de escapar de su destino. En otras tomas más prolongadas, vemos a la niña atrapada en un sistema que no la puede controlar y que, posiblemente, ni siquiera le interesa. La han expulsado de varios hogares grupales y ha pasado numerosas noches infelices atada a una cama en una sala psiquiátrica.
La paleta visual de la película se acentúa con tonos rosados que realzan la suave vulnerabilidad de la heroína trágica. Sin embargo, a medida que avanza la narración, se tiñe de un afilado rojo escarlata para crear un retrato poderoso, tenso y vulnerable de una niña y un sistema condenados a ser incompatibles entre sí.