Luego de una larga pausa de nueve años desde su anterior trabajo, La dictadura perfecta, y una ajetreada negociación con Netflix para tener los derechos de exhibición, finalmente ¡Que viva México!, la nueva película de Luis Estrada, llega a las salas de Cinépolis y Cinemex. Aunque decide no lanzarse de lleno contra la 4T, caricaturiza pertinentemente algunos de los rasgos de la sociedad mexicana, incluyendo la alegría al ver el fracaso del otro.
El filme se centra en Pancho (Alfonso Herrera), un hombre de clase media alta que tiene aspiraciones de convertirse en el gerente general de la compañía en la que trabaja y así poder cumplir con la abundancia que su esposa (Ana de la Reguera) cree que merece. Para lograrlo se muestra sumiso y obediente frente a su jefe, un machista y depredador capitalista interpretado magistralmente por José Sefami.
No obstante, sus planes comienzan a marchitarse cuando debe regresar a su humilde pueblo en el estado de Durango para reencontrarse, después de 20 años, con sus familiares, incluyendo a su padre Rosendo (Damián Alcázar), y que siguen siendo igual de holgazanes que siempre, sin aspiraciones y sólo esperando que alguien más les dé de comer.
Las películas de Estrada han acompañado la historia contemporánea del país haciendo comentarios agudos y observaciones burlonas del México del siglo XXI. Pero también sus filmes se han integrado en un universo propio, incluso metarreferencial, debido a la colaboración constante de sus actores predilectos. No sólo Alcázar, sino también Joaquín Cosío, Leticia Huijara, Sonia Couoh, José Manuel Poncelis y Salvador Sánchez son algunos de los actores de ¡Que viva México! que ya habían colaborado con Estrada en La ley de Herodes.
En este sentido es inevitable no pensar en Juan Vargas, el protagonista de aquella película de 1999 coescrita por Estrada y Vicente Leñero. Encarnado por Alcázar, conocemos al personaje, un político mediocre, cuando es buscado por el Secretario de Gobierno, López (Pedro Armendáriz Jr.), para hacerse cargo de la presidencia municipal de San Pedro de los Saguaros. Aunque el relato transcurre en 1949, durante el sexenio del presidente Miguel Alemán, la vestimenta, los diálogos y, evidentemente la ambición y el alto grado de corruptibilidad de Vargas recuerdan a Regino (también interpretado por Alcázar), el presidente municipal de La Prosperidad en ¡Que viva México!.
Esta reminiscencia, en la que también podríamos incluir a Carmelo Vargas (el gobernador interpretado por Alcázar en La dictadura perfecta), evidencia la eterna tragicomedia del sistema político mexicano. No importa si se hace desde la ineptitud y ambición del PRI, la desfachatez y arrogancia del PAN o la hipocresía moral adornada de un discurso de austeridad de Morena, la degradación de los gobernantes es una constante en la historia moderna y contemporánea de nuestro país.