Qué mayor acto de rebeldía contra el gobierno de Felipe Calderón que arruinar la celebración del Bicentenario con el estreno de El infierno. El realizador Luis Estrada, que ya había evidenciado los mecanismos de la pobreza, las frivolidades del capitalismo y las incongruencias de los medios de comunicación en Un mundo maravilloso, ejecutó, en 2010, una ácida crítica a la narcocultura y la necropolítica —con sus ahora icónicos personajes El Benny (Damián Alcázar) y El Cochiloco (Joaquín Cosio)— para reflexionar y preocupar sobre cómo convertirse en sicario o narcotraficante es una vía para salir del fango de la miseria.
Por otra parte, la escena de apertura de La dictadura perfecta, ambientada en el Palacio Nacional, sintetiza la vehemencia y las agallas del cineasta mexicano para, a partir de la sátira política, burlarse de la realidad mexicana. En el año de su estreno, 2014, el presidente en turno Enrique Peña Nieto se distinguía no precisamente por su inteligencia, y Sergio Mayer, a pesar de sus limitaciones actorales, logró transmitir de manera verosímil la ineptitud que se esconde detrás del impecable peinado del exmandatario.
En pleno 2023 (sin el PRI en el gobierno, con las migajas que quedan del PAN, y Morena como la principal fuerza política), Estrada estrena su obra más ambiciosa, ¡Que viva México!, cuyo título recuerda el documental etnográfico y antropológico filmado por Sergei Eisenstein en 1931. La película tiene como eje rector a Pancho (Alfonso Herrera), trabajador de alto rango en una fábrica que pertenece a la clase media alta pero con aspiraciones a ser millonario y poder satisfacer todas las expectativas de su esposa (Ana de la Reguera), quien se dedica a despilfarrar el dinero en ropa y perfumes de lujosas marcas. Un día, el hombre se ve obligado a regresar a La Prosperidad, un pequeño pueblo en Durango, para confrontarse con sus orígenes humildes y con todo aquello que desprecia de los pobres.
Tal como lo ha hecho en sus obras previas, Estrada vuelve a denunciar la pobreza extrema (Un mundo maravilloso) y la corrupción como una tradición nacional (La ley de Herodes) pero llevando al extremo ese peculiar humor carnavalesco en el que, ante la desgracia y la miseria, no queda más que celebrar que "al menos estamos vivos" y "somos pobres, pero honrados".
Los personajes, incluyendo a la madre (Ana Martín) y los hermanos de Pancho, son conscientes de sus raquíticas condiciones de vida; a pesar de ello, gastan el dinero que no tienen en banquetes de barbacoa y cerveza aderezados con la música de mariachi, la lírica de José Alfredo Jiménez y las coreografías de Caballo Dorado como sellos distintivos de "lo mexicano". Se trata de una festividad exacerbada que deviene en lo grotesco; todos, sabiendo que viven en la pobreza extrema, succionan como auténticos parásitos la billetera de Pancho, el único integrante de la familia que se ha esforzado para progresar.
A pesar de su monumental duración (190 minutos) y su variopinto grupo de personajes, el director es temeroso en ejercer una crítica contundente hacia el presidente que actualmente nos gobierna. Más bien, prefiere centrarse en el México dividido en dos: los holgazanes/resentidos/ninis contra los aspiracionistas/estirados/fifís (adjetivos empleados por cada uno de los polos para referirse a su contraparte).
Sin que necesariamente represente un paso atrás en su sólida filmografía, su nueva película (estrenada recientemente en Cinépolis y Cinemex) no es lo suficientemente incisiva ni punzante. Tomando en cuenta el vasto catálogo de herramientas ofrecidas por el presidente Andrés Manuel López Obrador (incluyendo la promoción del béisbol como prioridad, el uso del “detente” para frenar una pandemia global o la ficción de nuestro sistema de salud equiparable al de Dinamarca), el director prefirió explorar el concepto de “lo mexicano” caricaturizando a la sociedad, insistiendo en que sólo hay dos bandos. Quizá la tibieza se debe a que el cineasta entendió que sería muy redundante hacer una sátira del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien por sí mismo ya es una caricatura andante.