Desde la película más representativa del j-horror arruinada por Gore Verbinski y Naomi Watts en El aro hasta la infame Shutter, protagonizada por Joshua Jackson, que resultó en un insulto a la película tailandesa original, pasando por la insulsa reinterpretación de The Grudge en La maldición renace, los remakes de terror en Hollywood no gozan de buena reputación.
Otro ejemplo es Martyrs (2016), protagonizada por Troian Bellisario, Bailey Noble y Kate Burton. Con una duración de menos de 90 minutos, la película avanza a un ritmo rápido sin demorarse demasiado en ninguna escena, ni prolongar una sola toma más allá del tiempo mínimo necesario para lograr su propósito. Desafortunadamente, al acelerar el impulso, los directores Kevin y Michael Goetz han perdido el alma de lo esencial para esta sangrienta historia.
De hecho, sólo la obra original tiene la capacidad de, a pesar de desarrollarse en los terrenos del horror extremo, o incluso el “torture porn”, crear una narrativa sólida, coherente y con posturas filosóficas elocuentes en torno a la trascendencia, sufrimiento, sacrificio y dolor, todos conceptos asociados a las figuras de los antiguos mártires cristianos.
La película francesa original, Mártires (2008), escrita y dirigida por Pascal Laugier, cumple 15 años y ha alcanzado el estatus de culto como una de las experiencias más agotadoras y desafiantes en la era reciente del cine de terror que, definitivamente, merece elogios de la crítica, incluso más que Audition del prolífico Takashi Miike o la perturbadora A Serbian Film.
Laugier es un provocador, aficionado a los giros narrativos, que busca explorar temas políticos y filosóficos como lo ha demostrado, quizá en menor medida, en sus thrillers The Tall Man con Jessica Biel y Ghostland con Crystal Reed. Mártires es, en parte, una prueba de resistencia; una película que te desafía a apartar la mirada de sus repugnantes imágenes mientras te invita a lidiar con una historia en la que el sufrimiento juega un papel fundamental.