The Last of Us, la nueva serie de Neil Druckmann y Craig Mazin (productor de Chernobyl) para HBO Max, tuvo un estreno increíble y, luego de dos episodios, los fanáticos han calificado la serie como un gran ejemplo de adaptación de un videojuego. El episodio piloto comienza con una descripción, a cargo del Dr. Neuman (John Hannah), poco convencional de cuán peligrosa sería una infección por hongos, prediciendo un brote que acabará con el mundo incluso antes de que aparezcan los créditos iniciales.
Si bien los Cordyceps conforman el principal agente infeccioso que termina por convertir a las víctimas humanas en una especie de monstruosos habitantes, el relato protagonizado por Pedro Pascal y Bella Ramsey muestra que los zombies no son la parte más aterradora de una pandemia.
En un mundo postapocalíptico, que retoma algunos elementos planteados por Alfonso Cuarón en Niños del hombre, donde una pandemia se ha estado librando durante 20 años, los ciudadanos restantes tienen trabajos por un salario muy bajo; operan en zonas de cuarentena con estrictos toques de queda y deben obedecer las reglas o enfrentar castigos violentos y, en algunos casos, ejecución.
Cuando FEDRA (Agencia Federal de Respuesta a Desastres) toma el control, establece pautas estrictas para controlar a la población restante no infectada. Las medidas para combatir la propagación de la infección tienen sentido, pero las reglas que implementa FEDRA, más que frenar la infección, establecen al gobierno como una fuerza autoritaria.
Para combatir este gobierno autoritario, nació un grupo de resistencia conocido como Las luciérnagas. A través de sus propias misiones de alto secreto, su objetivo es desmantelar el dominio que FEDRA tiene sobre la población. Si bien afirman querer detener la violencia que FEDRA perpetúa, se involucran en una violencia similar, como lo demuestra la líder, Marlene (Merle Dandridge), en el primer episodio de la serie.
Es evidente que a FEDRA no le importa la vida de los niños, y esto se estableció incluso antes de su toma completa años después de iniciada la pandemia. La indiferencia de los militares comenzó en el primer episodio cuando un miembro de las fuerzas armadas dispara y mata a la hija de Joel, Sarah (Nico Parker), a pesar de que los dos no muestran signos de infección.
Esta indiferencia también se demuestra cuando un niño inocente deambula cerca de la zona de cuarentena. Un oficial le dice amablemente al niño que está recibiendo medicamentos. Una jeringa entra en su brazo y el niño es sacrificado. Luego, el cuerpo se arroja al fuego y se quema para eliminar cualquier riesgo de contagio.