Si bien es cierto que películas y series como La noche de los muertos vivientes, Guerra mundial Z, Train to Busan, The Walking Dead o Estamos muertos nos han hecho pensar que los zombies (aquellos cadáveres reanimados que actúan por instinto y no por la razón) pertenecen exclusivamente al terreno de la ficción, pero la ciencia nos dice los contrario. Caminan entre nosotros; insectos secuestrados por hongos parásitos que controlan todos sus movimientos.
El hongo Ophiocordyceps unilateralis, que sirve como base científica para entender cómo operan los Cordyceps en la más reciente serie de HBO Max, The Last of Us, tiene un solo objetivo: la autopropagación y la dispersión. Los investigadores creen que el hongo, que se encuentra en los bosques tropicales, infecta a una hormiga en busca de alimento a través de esporas que se adhieren y penetran en el exoesqueleto y lentamente asumen su comportamiento.
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A medida que avanza la infección, la hormiga cautiva se ve obligada a dejar su nido por un microclima más húmedo que es favorable para el crecimiento del hongo. La hormiga se ve obligada a descender a unas 10 pulgadas del suelo, hundir sus mandíbulas en la nervadura de una hoja en el lado norte de una planta y esperar la muerte. Todo este procedimiento suena tan macabro como si George A. Romero o David Cronenberg reinterpretarán Antz: Hormiguitaz.
Mientras tanto, el hongo se alimenta de las entrañas de su víctima hasta que está listo para la etapa final. Varios días después de que la hormiga haya muerto, el hongo envía un cuerpo fructífero a través de la base de la cabeza de la hormiga, convirtiendo su cadáver arrugado en una plataforma de lanzamiento desde la cual puede deshacerse de sus esporas e infectar a nuevas hormigas. Una dinámica que la serie de Pedro Pascal y Bella Ramsey retoma pero sustituyendo a los insectos por los humanos como sus víctimas.
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No es exclusivo de nuestra región pero el hongo Ophiocordyceps unilateralis existe en México. Nuevos registros de hongos entomopatógenos del género Cordyceps s. L. es una investigación desarrollada por científicos de la UNAM, cuyos resultados fueron publicados en la Revista Mexicana de Biodiversidad (respaldada por Science Direct) en noviembre de 2017, en la que se describe que hormigas, grillos, avispas y otros insectos son presas fáciles para este hongo que se ha propagado en las selvas de zonas latinoamericanas.