El cine LGBT+ ha albergado a numerosas cintas sobre la imposibilidad de amar a otra persona del mismo sexo sin ser juzgado por ello. La mayoría de esas películas transmiten a la audiencia una ola de emociones devastadoras ante la represión del amor y las limitaciones de expresar un sentimiento, que puede ser tan común para las demás personas. En My Policeman de Michael Grandage sucede algo distinto con las interpretaciones de Harry Styles y Emma Corrin.
Con la adaptación cinematográfica de la novela del mismo título, que fue escrita por Bethan Roberts, Grandage se propone retratar esas mismas emociones durante la Inglaterra de los años 50s, cuando la homosexualidad aún era ilegal y condenada por la sociedad homófoba, pero el elenco, quizás el elemento más atractivo para los espectadores, es uno de los puntos que debilita a la cinta para transmitir aquello que plantea su autora.
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My Policeman nos presenta el trío amoroso entre Tom Burgess, interpretado por Harry Styles, quien recientemente apareció en No te preocupes cariño, Marion Taylor (Emma Corrin) y Patrick Hazlewood (David Dawson), pero más que nada lidia con los conflictos internos y los dilemas morales de su protagonista, el oficial de policía llamado Tom, quien se rehúsa a aceptar su homosexualidad ante el entorno social de la época.
Marion, el supuesto interés romántico de Tom, pierde relevancia en cuanto Patrick aparece en pantalla; ciertamente los tres comparten secuencias amistosas que resemblan al famoso trío amoroso en Jules y Jim de Francois Truffaut, con la diferencia de que Marion rápidamente cela a su pareja, y es aquí cuando el director pierde total enfoque del personaje femenino en la historia.
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A pesar de que la parte más sustancial de My Policeman se dedica a exponer las relaciones socioafectivas entre Tom y Patrick, el amor entre estos dos personajes recibe un tratamiento más bien efímero; el director pierde orientación sobre a quién dedicarle más desarrollo y termina por no trabajar bien a ningún personaje, dejando un drama a medias con un desenlace sumamente impasible.
En Maurice de James Ivory, protagonizada por Hugh Grant como Clive Durham, vemos un juicio por el delito de homosexualidad y perversión en el que las expresiones faciales del actor comunican lo afligido que se siente el personaje al presenciar su posible destino; en My Policeman, el eje central del guion recae en la ilegalidad de estar con alguien del mismo sexo, pero su trato es tan vacuo, que se pierde entre el ir y venir del presente y los flashbacks.
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Las memorias plasmadas en los diarios son, por mucho, más interesantes que el presente de la película, que transcurre durante la década de los 90s y que nos muestra a Tom, Patrick y Marion como seres de mayor edad incapaces de afrontar su pasado y aceptar su realidad. El elenco que interpreta a los personajes maduros cumplen con su actuación, pero no aportan algo más que lo que les es asignado.
En cambio, con el elenco principal sucede algo completamente distinto. Es David Dawson quien salva el barco de hundirse, pero no lo exenta de convertirse en un gran desastre. Mientras que Dawson aporta una interpretación cálida y apta de un hombre homosexual que se siente en armonía con su identidad; Corrin y Styles se sienten fuera de lugar, y no transmiten ninguna emoción propia a la de sus personajes.
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Ni siquiera en su faceta como enamorados es visible el afecto que Tom declara tenerle a Marion. Por un lado, el exitoso cantante británico brinda una actuación rígida y a la vez plana, que no está lo suficientemente preparada para mostrar las emociones reprimidas de un hombre gay en los años 50s; por el otro, la actriz de The Crown no logra convencer al espectador de la impresión gigantesca que recae sobre Marion al enterarse de la verdadera orientación sexual de su nuevo esposo.
Aun cuando My Policeman hace un esfuerzo por presentar una mirada íntima sobre la dificultad por la que atraviesan los hombres al batallar con su masculinidad, Grandage aborda el tema superficialmente, perdiendo la oportunidad de elaborar un retrato más crudo y sólido sobre una de las profesiones menos queridas, que esconden a sus trabajadores bajo una fachada de integridad y un uniforme símbolo de lo correcto.
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Lejos de proponer algo distinto a los dramas del cine LGBT+, My Policeman se estanca en un relato que se ha visto en numerosas ocasiones anteriormente, pero sin ser tan contundente; poniendo como prioridad una perspectiva superflua que prefiere presentar los bellos rostros de su elenco, que las complejas emociones con las que lidian sus protagonistas.
