Este thriller psicológico transcurre en una única locación, donde la tensión aumenta con cada llamada. Con giros inesperados, la película redefine el suspenso desde una atmósfera minimalista.
Netflix ha traído una experiencia única con Culpable, un remake estadounidense de la película danesa de 2018, Den skyldige, de Gustav Möller. Dirigida por Antoine Fuqua y protagonizada por Jake Gyllenhaal, la película lleva el suspenso a otro nivel, limitando la acción a una única locación: un centro de llamadas del 911. Esta decisión no solo resalta el talento de Gyllenhaal, sino que redefine cómo se puede experimentar el cine.
El guión, escrito por Nic Pizzolatto, introduce al oficial Joe Baylor, quien se encuentra temporalmente relegado a tomar llamadas de emergencia. Desde el inicio, queda claro que algo oscuro lo ha alejado de las calles. Mientras se enfrenta a un inminente juicio y a la presión de los medios, Joe recibe una llamada que cambia todo: una mujer llamada Emily (Riley Keough), aparentemente secuestrada, logra comunicarse con él fingiendo hablar con su hija.
Jake Gyllenhaal brilla en un thriller minimalista lleno de tensión
A partir de ahí, la película se convierte en un rompecabezas. Baylor utiliza todos los recursos a su disposición para descifrar quién es Emily, quién la ha secuestrado y dónde se encuentra. Lo más innovador es que todo ocurre desde el escritorio del protagonista, utilizando únicamente llamadas telefónicas. Esta limitación transforma el thriller en una experiencia profundamente inmersiva, donde el espectador construye mentalmente los escenarios y las escenas que solo escucha.
La maestría del también actor de Donnie Darko y Secreto en la montaña brilla en cada momento. Su interpretación no solo sostiene la tensión narrativa, sino que guía las emociones del público. Cada expresión en su rostro actúa como un catalizador para que nuestra imaginación complete la historia, desde persecuciones tensas hasta los momentos más oscuros y violentos del secuestro. Es una actuación que demuestra su enorme rango actoral y su capacidad para mantener al espectador al borde del asiento.
El director Antoine Fuqua, conocido por su capacidad de entrelazar acción y temas sociales como Día de entrenamiento, aprovecha esta oportunidad para profundizar en problemas que resuenan particularmente en el contexto estadounidense. Aunque el guión sigue de cerca a la película original, la adaptación introduce giros que abordan problemáticas actuales, añadiendo capas de relevancia y crítica social.
Además, las circunstancias del rodaje durante la pandemia parecen haber favorecido el enfoque minimalista de la película. Filmada bajo estrictas medidas de distanciamiento, el aislamiento físico de Gyllenhaal en pantalla no solo refleja la soledad de su personaje, sino que también intensifica la conexión emocional con el espectador. Sin escenas externas, la imaginación del público es libre para construir una experiencia aterradora y única.