Construir este lugar mágico, que nunca existió físicamente pero vive en la imaginación de millones de lectores, requirió combinar autenticidad histórica y el espíritu del realismo mágico de Gabriel García Márquez.
Recrear Macondo, el mítico pueblo de Cien años de soledad creado por Gabriel García Márquez, fue un reto titánico para la nueva producción de Netflix. Este lugar ficticio, que nunca ha existido en un mapa pero vive intensamente en la imaginación de los lectores, debía cobrar vida en una serie que capturara la esencia del realismo mágico y la rica narrativa del autor colombiano. La tarea no solo implicaba construir un mundo visualmente convincente, sino también preservar la fidelidad al espíritu de la obra maestra de la literatura latinoamericana.
La ambiciosa apuesta de Netflix por dar vida al universo de Gabriel García Márquez.
Para cumplir con esta visión, la producción se llevó a cabo íntegramente en Colombia, destacando su autenticidad con un elenco de habla hispana y la supervisión de los hijos del autor, Rodrigo García y Gonzalo García Barcha, quienes fungieron como productores ejecutivos. La serie, que abarcará dos temporadas, narra la historia de la familia Buendía a lo largo de siete generaciones, en un entorno que transita entre lo extraordinario y lo cotidiano, bajo la omnipresencia de Macondo como epicentro narrativo.
La construcción de los escenarios fue uno de los pilares más ambiciosos del proyecto. Según Bárbara Enríquez, diseñadora de producción, se realizaron tres versiones distintas de Macondo para reflejar su evolución: desde un asentamiento de chozas de barro y bambú hasta un próspero pueblo con calles empedradas y casas de varios pisos. “Tratamos cada etapa como si fuera un periodo histórico distinto, asegurándonos de respetar los detalles que contextualizan cada transformación”, explicó Enríquez en una entrevista con CNN.
El realismo mágico, que impregna cada rincón de la obra de García Márquez, representó un desafío creativo único. Para integrar lo fantástico en un contexto aparentemente realista, los diseñadores buscaron equilibrar lo histórico con lo imaginativo. Elementos como el libro de pergaminos de Melquíades, escrito en sánscrito, o el bloque de hielo presentado por los gitanos, fueron creados con un nivel de detalle que combinaba asombro y autenticidad. “Queríamos que lo mágico se sintiera como parte natural de la vida cotidiana en Macondo”, afirmó Enríquez.
La casa de los Buendía, un espacio fundamental en la narrativa, fue tratada como un personaje en sí misma, capaz de reflejar los estados de ánimo de su matriarca, Úrsula. “Cuando Úrsula está feliz, la casa lo está. Cuando ella está triste, el lugar parece apagarse y encogerse”, comentó Enríquez. El diseño de esta casa incluyó muebles antiguos y artesanías tradicionales colombianas, como cestas tejidas por los Zenú y chinchorros hechos por los Chimila, reflejando un profundo respeto por las raíces culturales del país.
A medida que la historia avanza, Macondo y la casa de los Buendía se transforman junto con sus habitantes, reflejando tanto el esplendor como las tragedias de la narrativa. La serie, dirigida por Alex Garcia Lopez y Laura Mora Ortega, no solo busca capturar la magia de la novela, sino también transportarnos a un universo visual único que honra la riqueza cultural y literaria de García Márquez.
En última instancia, este ambicioso proyecto no es solo una adaptación, sino una experiencia inmersiva que rinde homenaje al legado del también autor de El coronel no tiene quien le escriba y El amor en los tiempos del cólera. Como afirmó Enríquez: “Macondo es mucho más que un lugar; es un estado de ánimo, una idea que conecta lo real y lo imaginado”. Con esta serie, Netflix da vida a un pueblo mítico que seguirá resonando en la imaginación colectiva de quienes se adentren en sus historias.