Antes de redefinir el cine de terror con ‘El conjuro’, James Wan presentó una inquietante película que combinó horror gótico y escalofriantes muñecos.
El títere, conocida por su título original Dead Silence, es una de las películas más peculiares y olvidadas del reconocido director de terror James Wan. Estrenada en 2007, la cinta no logró el éxito esperado ni con la crítica ni con el público. Sin embargo, con el paso del tiempo, su atmósfera gótica y su perturbadora historia han ganado un lugar especial en el género, especialmente ahora que regresa a Netflix para redescubrir su legado.
Tras el fenómeno que fue Saw: Juego macabro en 2004, Wan y Leigh Whannell intentaron repetir la fórmula del terror, pero esta vez con un enfoque más clásico. La historia sigue a Jamie (Ryan Kwanten), quien recibe un macabro títere llamado Billy, que desencadena una serie de eventos terroríficos. La trama lo lleva de regreso a Ravens Fair, su inquietante ciudad natal, donde el oscuro pasado de una inquietante anciana conocida como Mary Shaw (Judith Roberts) y sus muñecos asesinos sigue acechando. Aunque el concepto parecía prometedor, las tensiones con el estudio Universal Pictures afectaron el resultado final.
‘El títere’ en Netflix: la película de James Wan que merece una segunda oportunidad
El estilo de Wan es inconfundible, y en El títere se aprecian destellos de lo que desarrollaría más tarde en películas como El conjuro y Malignant. La cinta destaca por su uso de silencios escalofriantes, estrategia que transforma los momentos de calma en anticipación pura. Uno de los momentos más memorables ocurre cuando el silencio absoluto en la escena precede al ataque mortal de Mary Shaw, una técnica que aún hoy resulta efectiva para aterrorizar a los espectadores.
Aunque el tono campy de El títere la aleja del terror más serio, esto le otorga un encanto único. La atmósfera azulada y gris domina la fotografía, interrumpida solo por toques de rojo, como el moño del muñeco Billy o las luces en una inquietante habitación de hotel. Estas elecciones visuales rinden homenaje tanto al giallo italiano como al horror gótico británico, referencias confesadas por el propio Wan.
El escenario central de la película, un teatro abandonado rodeado por un foso, eleva la experiencia visual con su decadencia barroca. Este lugar es más que un escenario: es un personaje en sí mismo que encierra los secretos más oscuros de Mary Shaw y sus temibles marionetas. A diferencia de los ambientes claustrofóbicos de Saw o la dimensión espectral de La noche del demonio, el teatro de El títere se siente tangible, un vestigio de un terror que alguna vez fue humano.
Billy, el muñeco asesino, es una creación que antecede al éxito de Annabelle, y refleja la obsesión de Wan con los juguetes espeluznantes. En entrevistas, Wan ha mencionado que su fascinación por los muñecos proviene del trauma que le causó el payaso de Poltergeist. En El títere, esta fascinación alcanza su máxima expresión, con Billy personificando el mal puro y las miradas perturbadoras que parecen seguir a los personajes.