A más de tres décadas de su estreno, la película permanece como un curioso recordatorio de cómo incluso los proyectos más prometedores pueden descarrilar.
Conocido por su habilidad para conjugar tensión, estilo visual y narrativas impactantes, Brian De Palma es un nombre clave en la historia del cine estadounidense, específicamente para comprender el movimiento denominado “New Hollywood”. Películas como Carrie y Vestida para matar son prueba de su maestría, consolidándolo como uno de los directores más influyentes de su generación. Sin embargo, ni siquiera un cineasta de su talla está exento de tropiezos, y La hoguera de las vanidades es el ejemplo perfecto de ello.
De promesa a desastre: el tropiezo de Brian De Palma con ‘La hoguera de las vanidades’
Estrenada en 1990, esta película prometía ser un éxito seguro. Contaba con un director aclamado, un elenco lleno de estrellas —Tom Hanks, Melanie Griffith, Bruce Willis y Morgan Freeman, entre otros— y una adaptación de la popular novela de Tom Wolfe. Pero lo que parecía una fórmula ganadora resultó ser un fracaso rotundo. Para Tom Hanks, quien interpretó al protagonista Sherman McCoy, el proyecto dejó un sabor amargo. “Es una de las peores películas jamás hechas”, confesó en una entrevista con Oprah Magazine en 2001.
Hanks también reflexionó sobre el impacto que la película tuvo en su carrera, señalando que el aprendizaje fue inevitable. “Esa película me enseñó que no puedes fabricar una conexión esencial con la audiencia”, explicó. Sin embargo, su desconexión con el personaje fue evidente incluso durante el rodaje. “La gente me detenía en la calle para decirme: ‘Tú no eres Sherman McCoy’, y yo seguía intentando convencerme de que podía hacerlo funcionar”, admitió el actor de Forrest Gump y Milagros inesperados.
Morgan Freeman, quien interpretó al juez Leonard White, también expresó sus reservas sobre la película. En una entrevista con Entertainment Weekly, señaló: “Sabía que esa película no iba a funcionar. No creo que Brian De Palma tuviera una idea clara”. Freeman también reveló detalles detrás de su contratación, mencionando que inicialmente el papel fue pensado para Alan Arkin, pero luego fue reasignado por motivos de corrección política. “No es la mejor manera de conseguir un rol”, comentó Freeman con cierta ironía.
Por su parte, Bruce Willis, quien encarnó al cínico periodista Peter Fallow, tuvo palabras contundentes sobre la recepción de la película. “Fue un fracaso antes de siquiera llegar a la pantalla. Los críticos no querían ver una película que mostrara al mundo literario bajo una luz negativa”, declaró. A pesar de las críticas, Willis defendió con vehemencia el trabajo del elenco y el equipo, atacando a los críticos que proponían su propio reparto ideal. “Si fueran ellos quienes hicieran la película, quizá tendrían talento para contar una historia en lugar de criticar lo que otros intentan hacer”, dijo.
Aunque La hoguera de las vanidades fue un desastre en taquilla y crítica, el tiempo ha permitido reevaluar algunos de sus méritos. Su ambición por adaptar una sátira literaria al formato blockbuster era arriesgada, pero no carente de interés. Su famosa toma inicial, un plano secuencia que sigue a Bruce Willis por las entrañas de Nueva York, sigue siendo destacada como una obra maestra técnica.