Hayao Miyazaki, el visionario detrás de Studio Ghibli, no solo ha revolucionado la animación japonesa, sino que también se ha convertido en uno de sus críticos más severos.
Hayao Miyazaki, uno de los cineastas más influyentes de la animación japonesa y cofundador de Studio Ghibli, es reconocido por clásicos como El viaje de Chihiro, Mi vecino Totoro y La princesa Mononoke. Además de su legado creativo, Miyazaki ha sido un crítico persistente de la creciente comercialización en la industria del anime, señalando que el enfoque actual en el lucro ha diluido el propósito artístico del medio.
Desde hace décadas, Miyazaki ha manifestado su preocupación por cómo el anime ha transitado de ser una forma de expresión artística a convertirse en un modelo de negocio. En su ensayo de 1979, Nostalgia for a Lost World, advirtió que el anime se estaba “mercantilizando” y que sus historias se estaban diseñando para alimentar un mercado de productos y licencias en lugar de ofrecer experiencias emocionalmente significativas.
La batalla de Miyazaki contra la mercantilización en la industria del anime
El creador subraya cómo el proceso de producción en el anime moderno —convertir mangas en series que actúan como publicidad para juguetes y mercancías— ha llevado a una saturación del mercado. Según Miyazaki, esto no solo afecta la calidad de la animación, sino también su capacidad para resonar emocionalmente con las audiencias. En una declaración de 1982, expresó: “No importa qué tan buena sea la animación, cuando tenemos demasiada, deja de ser de buena calidad”.
Ejemplos de estas críticas se reflejan en franquicias de larga duración como Naruto y One Piece. Aunque son éxitos globales, estas series suelen priorizar la cantidad sobre la calidad, produciendo capítulos, películas y adaptaciones que muchas veces sacrifican el desarrollo de personajes y la coherencia narrativa para cumplir con la demanda de contenido continuo.
A pesar de que Studio Ghibli también ha incursionado en la comercialización, su filosofía inicial era distinta. Durante años, los productos de Ghibli eran diseñados como recuerdos complementarios de sus películas, no como una fuente primaria de ingresos. Sin embargo, esta estrategia cambió tras el retiro temporal de Miyazaki en 2014, cuando el estudio aumentó significativamente la producción de mercancías sin informarle. “Dejé de asistir a reuniones hace unos años… empezaron a ganar más de 10 mil millones de yenes y me lo ocultaron. Me enfadé mucho”, reveló el director.
El contraste entre Ghibli y franquicias como One Piece o Naruto ejemplifica el dilema de la industria del anime actual. Con un mercado que ahora supera los 24 mil millones de dólares y que depende en gran medida de licencias y productos, el riesgo de que el arte sea desplazado por la rentabilidad es cada vez más evidente.