Este oscuro relato sobre el estrellato pop en el que una cantante confronta sus propios demonios, explora la dualidad entre la fama y la identidad, anticipando las nuevas tendencias en el cine de horror psicológico.
La relación entre la música popular y el cine subversivo no es algo nuevo. Desde los animados números musicales en After the Thin Man, hasta los momentos sonoros en las películas de Martin Scorsese y Quentin Tarantino, la combinación de melodías pegajosas con tramas intensas ha sido una constante en el cine. Sin embargo, a partir del cambio de siglo, el pop ha experimentado una transformación, reflejando las crecientes tensiones y el cambio de actitudes en la sociedad.
La despreocupación característica de la música pop de los 80 y 90 se transformó luego del 11 de septiembre, una serie de recesiones y la creciente ola de violencia en Estados Unidos. A pesar de que el pop sigue siendo el género dominante, las estrellas de hoy enfrentan una presión mucho mayor: son personalidades públicas con millones de seguidores, quienes, a través de redes sociales, están más involucrados que nunca en la vida de sus ídolos. Esto ha generado una extraña dualidad en la figura del popstar: venerados por la fama, pero a menudo incomprendidos como personas.
La película de Natalie Portman y su impacto en el cine de terror moderno
Brady Corbet, el director que este año ha sido aclamado por la monumental The Brutalist, exploró esta complejidad en Vox Lux: El precio de la fama, película de 2018 que, aunque no fue un éxito rotundo, ha ganado un estatus de culto. En este filme, Celeste (interpretada por Natalie Portman) es una estrella pop marcada por una tragedia en su juventud que impulsa su carrera. Su historia explora cómo una figura pública debe equilibrar el peso de su fama con su vida personal, y ese enfoque en la dualidad y el deterioro psicológico ha resonado en películas de horror recientes como La sustancia, Smile 2 e incluso La trampa.
Vox Lux introduce a Celeste en su adolescencia (encarnada por Raffey Cassidy), sobreviviente de un tiroteo escolar en el que casi pierde la vida. Este evento traumático marca el inicio de su ascenso a la fama, pues le inspira una canción que la catapulta como ícono pop. En el segundo acto, la vemos ya adulta, sumergida en problemas de abuso de sustancias y una imagen pública que consume cada vez más su identidad real, aspectos reflejados en cintas actuales que también juegan con la oscura interacción entre la fama y la tragedia.
En La sustancia, dirigida por Coralie Fargeat, vemos a Elizabeth Sparkle, interpretada por Demi Moore, consumir una droga que le da una nueva y más “perfecta” personalidad encarna en la bella y joven Margaret Qualley. A pesar de enfocarse en una estrella de televisión, esta cinta trata temas de apariencia y juventud de forma similar a Vox Lux, pues ambas protagonistas experimentan cómo el brillo de la fama exacerba sus conflictos internos.
Otro ejemplo en esta línea es Smile 2, donde Skye Riley, protagonizada por Naomi Scott, debe enfrentar a un demonio que refleja sus peores miedos y traumas, un conflicto muy similar al que enfrentan Celeste y Elizabeth. El terror y la destrucción de sus personajes se convierte en un reflejo literal del daño emocional acumulado por su exposición mediática y las consecuencias de sus actos pasados.
Una característica única de Vox Lux fue la música de Sia, que escribió todas las canciones de Celeste, dándole a su personaje una identidad musical cohesiva. Este detalle añadió realismo y profundidad a la historia, un enfoque que películas recientes como Smile 2 han tomado al colaborar con artistas reales para interpretar o crear la música de sus personajes. En La trampa, M. Night Shyamalan incluso eligió a su hija, Saleka, una cantante emergente, para dar vida a la protagonista.
Si bien Vox Lux no es una película de terror, su conclusión sugiere un tono macabro. Como explica el narrador (Willem Dafoe), Celeste le dijo a su hermana que al ser herida en el tiroteo, hizo un pacto con el diablo para salvarse. En última instancia, Vox Lux y las películas de horror actuales muestran una versión siniestra del estrellato pop. En su intento de entender a los ídolos modernos, estas historias se convierten en advertencias sobre los peligros de la fama.