Esta adaptación captura la esencia de una de las novelas latinoamericanas más conmovedoras, transportando al espectador a un pequeño pueblo lleno de nostalgia y esperanza.
Desde Arráncame la vida (protagonizada por Ana Claudia Talancón y Daniel Giménez Cacho, y basada en la novela homónima de Ángeles Mastretta) hasta Temporada de huracanes (dirigida por Elisa Miller a partir de la extraordinaria novela de Fernanda Melchor), el catálogo de Netflix incluye títulos que dan vida a las páginas de icónicos libros, convirtiéndose en un refugio para los amantes del cine y la literatura.
Si bien es cierto que estrenará en un par de meses una de las películas mexicanas más esperadas del año (Pedro Páramo, dirigida por Rodrigo Prieto y basada en la colosal obra de Juan Rulfo), la famosa plataforma streaming ofrece, para hacer más rápida la espera, una joya del cine mexicano basada en una aclamada obra literaria, marcando su estreno en streaming tras 25 años de su lanzamiento original.
La aclamada adptación literaria con Salma Hayek que no te puedes perder en Netflix
Afirmando la posición de Arturo Ripstein como uno de los cineastas más importantes de México, El coronel no tiene quien le escriba es una adaptación profundamente emotiva de una de las obras más destacadas del Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez. Esta historia de recuerdos dolorosos y esperanzas fallidas de una pareja de ancianos está dirigida por Ripstein con maestría y control absoluto de su arte.
Situada en un pequeño pueblo costero mexicano a finales de los años 40, El coronel no tiene quien le escriba narra la difícil existencia de su protagonista, un coronel retirado del ejército (Fernando Luján) que luchó en la guerra cristera, y su esposa asmática, Lola (Marisa Paredes). Ambos están profundamente afectados por la reciente pérdida de su único hijo, Agustín, y atraviesan una situación desesperada marcada por la escasez de dinero y la amenaza constante del desalojo debido a una hipoteca impaga.
El coronel deposita sus esperanzas en dos ilusiones: la llegada de su pensión, la cual lleva 27 años esperando, y las posibilidades de un gallo de pelea, única herencia de su hijo fallecido. Por su parte, Lola, debilitada por su salud precaria y con su única distracción de las ocasionales visitas al cine local, mantiene una visión más realista de la situación. Aunque ella insiste en vender el gallo, su marido lo ve como un símbolo de esperanza, un objeto tangible en medio de la desesperación.
El guion de Paz Alicia Garcíadiego se mantiene fiel a la trama de la novela de García Márquez, pero incorpora algunos elementos que enriquecen el drama, como la inclusión de un personaje nuevo, la prostituta compasiva Julia (Salma Hayek), quien tuvo una relación con Agustín. Con su breve pero significativa aparición, la también actriz de El callejón de los milagros y Del crepúsculo al amanecer aporta una nota conmovedora que profundiza la narrativa.
En la visión dramática de Ripstein, no hay espacio para conceptos básicos de bondad o maldad; en su lugar, se exploran las emociones conflictivas bajo la mano implacable del destino. El estilo visual denso de la película se debe a la cuidadosa puesta en escena de Ripstein; con el apoyo de la hábil cinematografía de Guillermo Granillo, el director crea una atmósfera de patetismo y decadencia en interiores sombríos y deteriorados, donde la cámara a menudo se posa en los reflejos de los personajes en espejos desgastados.