Decía André Bretón que México había nacido surrealista, y aunque no fueron sus palabras exactas, lo cierto es que aunque a nosotros nos parezca de lo más normal comer dulces con chile, dejarle chilaquiles en un altar a la abuelita muerta o pedir huevos rancheros a las seis de la tarde, nuestra forma de ser no es fácil de entender para alguien que está acostumbrado a seguir reglas, normas y horarios.
Pero por suerte tenemos al cine, que como expresión artística ha retratado las costumbres y los cambios sociales de nuestra cultura desde 1898, así que no hay mejor escaparate para mostrar por qué somos como somos...
María Candelaria (Emilio Fernández, 1943)
Representa la visión que tenemos de nosotros mismos cuando nos ataca el nacionalismo: gente sencilla, aferrada a sus tradiciones, orgullosa de sus raíces, que enfrenta la adversidad con dignidad y resignación porque considera que ese es su destino.
Dos tipos de cuidado (Ismael Rodríguez, 1953)
Es perfecta para entender la visión que todo macho mexicano tiene sobre sí mismo: muejriego, bebedor, parrandero y peleonero, pero también noble, orgulloso, decente y caballeroso. Será capáz de renunciar a lo que sea por ayudar a alguien en desgracia y sólo se someterá por amor.
Ahí está el detalle (Juan Bustillo Oro, 1940)
Nadie como Cantinflas para explicar por qué usamos tantas palabras para decir tan poco, porque así como decimos una cosa, decimos otra. Representa también nuestro ingenio para salir de cualquier situación, pero también para sacar provecho de cualquiera menos avispado.
Enamorada (Emilio Fernández, 1940)
No sólo muestra a la María Félix que todas llevamos dentro, también retrata el México revolucionario y su difícil lucha de clases que, desde siempre, ha considerado 'tabú' el matrimonio entre ricos y pobres, mismo que nos ha seguido hasta las telenovelas...
Una familia de tantas (Alejandro Galindo, 1949)
Quizá la mejor exponente del patriarcado mexicano, en el que todo el mundo debe someterse a los deseos y caprichos del padre de familia. Las hijas sólo podrán salir de la casa vestidas de blanco y si no, mejor que se queden.
Mecánica nacional (Luis Alcoriza, 1972)
Ejemplifica perfecto al naco que todos llevamos dentro. Ese al que le gusta apretujarse con toda la familia en un coche (incluyendo a la abuelita enferma) para aventurarse en caravana por las carreteras mexicanas con el anafre en la cajuela, rumbo a algún balneario, día de campo o Primera comunión.
Como agua para chocolate
Nada mejor para entender nuestro pensamiento mágico y nuestra capacidad para organizar nuestra vida alrededor de la comida, como las aventuras de Tita en la cocina.
La ley de Herodes (Luis Estrada, 1999)
Nada mejor para entender los ires y venires de la política nacional, y nuestra relación con los gringos como la clase magistral de Juan Vargas cuando lleva la modernidad y el progreso a San Pedro de los Aguaros.
Nosotros los Nobles (Gary Alazraki, 2013)
Aunque es una sátira, muestra muy bien lo mal que educa el poder y la riqueza en este país, y la burbuja en la que viven los más privilegiados. Podría ayudar a cualquier extranjero tanto a entender el resentimiento social cómo a reconocer a un 'Mirrey' o a una 'Lobuki'.
Nosotros los pobres (Ismael Rodríguez, 1948)
Quizá no haya mejor película para entender a un mexicano: el melodrama exacerbado que penetra hasta el último rincón de nuestras vidas, el romanticismo cursilero, la pobreza digna y honrada, la familia y la religión como valores y la vida como una lucha constante contra la adversidad. ¡Toritooooo!