Fotógrafo por oficio antes de convertirse en director, Joshua Gil se interesó siempre en el poder y la poética de la imagen. Al principio de su carrera cinematográfica, fue asistente de cámara de Carlos Reygadas en la película Japón (2003). En 2007 incursionó en la dirección con las películas para televisión El último silencio y Violentos recuerdos, así como con Un balazo para Quintana, un año más tarde. Su ópera prima, La maldad (2015), que relata la historia de Rafael, un anciano campesino que decide escribir la historia de su vida en lo que considera un guion cinematográfico, participó en la Berlinale de 2015. Su más reciente trabajo, el largometraje Santuario (2019), que es un ensayo híbrido entre documental y cine fantástico acerca de la situación de las zonas rurales en México, fue seleccionada para tener una función especial fuera de competencia en la 34ª Semana de la Crítica de la Bienale de Venecia.