En tiempos oscuros, mucho gore. ¿Para qué arraigarnos más en la realidad? El subgénero slasher nos permite experimentar los más oscuros deseos del ser humano y al mismo tiempo proyectar sensaciones moralmente restrigidas o inseguridades, esto ya suena a mucho análisis pero es la mera neta, nadie está en la posición de negar que, muy dentro de sí mismos, han liberado el odio hacia sus superiores en la chamba imaginando escenas dignas de Halloween, Viernes 13, Masacre en Texas, Chucky y todos los clásicos del cuchillo de cocina o el machete oxidado.
No sabemos si lo han notado, pero particularmente esta temporada de pandemia muchos de los asesinos, demonios y espíritus clásicos volvieron (y no en forma de fichas) con revivals para reafirmar su paternidad en el arte del degüello, desmembramiento y desollamiento, artistas de la disección anatómica que forman parte de nuestro psique. El reciente estreno de Halloween Kills, Candyman, la próxima serie de Chucky y la futura versión de Masacre en Texas para Netflix confirman nuestra fantasiosa sociopatía.
Hablando de Michael Myers (Nick Castle y James Jude Courtney), David Gordon Green, el director de la saga próxima a concluir con Halloween Ends, recientemente dio un análisis bastante atinado para contextualizar la relación que los espectadores y fanáticos del horror tenemos con el terror de Haddonfield: "Proyectamos nuestra naturaleza y miedo en él, su máscara es la expresión de nuestras emociones. Pensemos en todos aquellos que sueñan con el coco sólo por las jodidas películas de Halloween, es algo retorcido de pensar", dijo a un diario de circulación nacional.
ASESINOS Y LOCOS NO TAN LEJOS DE LA REALIDAD
Antes de continuar, el género slasher se concentran todos esos psicópatas que utilizan cuchillos, motosierras, hachas, machetes, cualquier hoja punzocortante para brutalizar a su víctima. Sin más. ¿Plomo? Eso es una cobardía del ser humano, desde Psicósis de Alfred Hitchcock y La Masacre en Texas de Tobe Hooper se determinó el fino arte de la apuñalada como la opción más rencorosa para proyectar la verdadera raíz del odio.
Hasta que en 1978 apareció John Carpenter con The Shape y su demencial hambre por destazar a toda su familia, una historia basada en una premisa bastante básica donde pretendían que un asesino serial persiguiera niñeras. En una expedición a un psiquiátrico en Kentucky, John y Debra Hill encontraron a un chico de 12 o 13 años cuya descripción real fue escrita para uno de los diálogos más icónicos de la franquicia, dicha por el Dr. Loomis (Donald Pleasence):
Su rostro pálido, inexpresivo y sin emociones. Ojos negros. Los ojos del diablo. Detrás de ellos, ese niño era pura y simple maldad
"Fue la cosa más tenebrosa que había visto. Una locura", dice Carpenter en el documental In a Cut Above the Rest. No volvieron a ver nunca más al chico, ni siquiera saben si aún vive o supo que su caso terminó en una ficción. El caso de Masacre en Texas también está basado en un caso real, pero este fue uno de los más mediáticos, el de Ed Gein, el enfermo que, según, exhumaba cadáveres de mujeres para desollarlas y hacer accesorios con su piel y órganos.
Fundas para tazas, ceniceros, manteles, tapizar sillones, sillas y todo lo que la piel humana fuera capaz de adornar. No era una blanca palomita, también asesinó y le imputaron el feminicidio de Bernice Worden. Se le diagnosticó esquizofrenia. Como imaginarán, la inhumana escena cayó directamente a la creación de Leatherface, el asesino de la franquicia Masacre en Texas, quien realiza exactamente las mismas escenas que Gein durante sus crímenes.
Gein pasó por varios psiquiatras que determinaron un caso severo de esquizofrenia, donde, según, le era imposible distinguir sus actos. Hooper se agarró de esta escena terrorífica y distorsión de la realidad para descargar los horrores de la sociedad, en especial de los causados por la guerra de Vietnam, el Watergate y otros crímenes. "Esas cosas (homocidios y feminicidios) no sucedían en los setentas, ahora ocurren tres o cuatro veces al día", le dijo Hooper a Esquire.